El viaje que Luis tanto tiempo había soñado era ya una realidad.
Estaba en Roma. Se sentía feliz como hacía años no recordaba, o quizás como
nunca lo había sido. Y su aventura apenas había comenzado…
Así
podría comenzar el viaje de nuestra vida, ese con el que muchas veces hemos soñado. Elegir Roma puede ser un buen principio, un buen libro una excelente compañía.
Teatro
romano.
I
ACTO.
Sé,
que bajo ese vestido blanco
de
patricia de otros tiempos,
tu
desnudez de bronce
y
fuego,
de
nácar y miel de azahar
está
deseando sentir
el
ardor plebeyo de mis labios.
II
ACTO.
Y
esa, tu desnudez de diosa,
de
diosa clásica en este milenio,
está
pidiendo,
pidiéndome
a gritos
en
sus silencios rojos
de
cristianos conformes a los leones,
que
arda Roma,
que
nada quede libre de las llamas
en
esta noche de calor
y
versos echados a volar.
III
ACTO.
Sé,
que tu cuerpo
de
Diana Cazadora
está
clamando desde este banco
de
piedra y siglos,
clamando
en la mudez de un grito
con
todas sus flechas rotas
por
ser cazado,
por
ser presa fácil
en
la ternura de mis besos gladios.
IV
ACTO.
Y
ésta, tu carne de estrella,
toda
pasión desbordada
a
orillas del Mare Nostrum...
Esta
carne titilante,
bajo
la niebla cegadora
de un paño de algodón,
impaciente
aguarda al final de la obra
para
que el Imperio de mi amor
caiga
firme sobre los idus
de tus muslos en flor.
V
ACTO.
Lo
sé,
sé
que lo nuestro no son los reinos
ni
las conquistas imperiales,
sino
la república del deseo
y
contarnos boca con boca
toda
la historia de Roma
leyéndola
en el espejo de los ojos
que
nos miran,
que
nos desnudan,
que
son tuyos, que son míos.
(Poema de Tomás Soler Borja, Acróbata)