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ROLDÁN SERRANO
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Disfruto
estos días previos al verano leyendo la poesía de Rafael Cadenas. Este
venezolano (Barquisimeto, 1930) es un reconocido poeta, sin duda uno de los
grandes.
En
su obra encontramos una apuesta por la vida con el individuo como centro de
su atención. Un compromiso personal envuelto en versos sobrios, claros, sin
artificios. "No quiero estilo sino honradez" leemos en uno de sus poemas.
Este
Poeta Mayor que se declara firme
partidario del diálogo dice de sí mismo: Soy apenas un hombre que trata de respirar por los
poros del lenguaje.
Me
gusta su actitud crítica, esa que no surge de posicionamientos preconcebidos
sino de la realidad, de lo que se ve. Es de agradecer la lucidez de un hombre que
nos transmite reflexiones como esta: Cualquier ideología es
perversa, aunque esté guiada por la buena intención, porque separa a los seres
humanos. El bien que se busca termina trocándose en mal. Las revoluciones traen
violencia, se vuelven sangrientas, instauran dictaduras, destruyen y se
autodestruyen, todo por el bien del pueblo. Prefiero el sentido común, que es
ajeno a carismas, redencionismos, salvaciones, a todas esas grandiosidades
hipócritas cuyos promotores nunca se han visto a sí mismos. Si lo hicieran se
darían cuenta de que el mal que pretenden combatir está también en ellos y eso
es igualmente valedero para los que se les oponen, quienes sin embargo, por
estar más cerca de la realidad -al menos su retórica no tiene pretensiones
mesiánicas- podrían acercarse al autoconocimiento.
En su obra plural y variada también hay lugar para las Contestaciones, breves réplicas o alegaciones llenas de ingenio, ironía y una buena
dosis de humor en las que el poeta tras elegir un verso o poema breve de otros deja
al descubierto sus contradicciones. Un ejemplo lo tenemos en la forma de
contestar al poeta griego Meleagro (Gádara, s. II-I a.
C) y su conocido verso, Eros gran cocinero del alma a lo que Cadenas
dice: A él también a veces se le quema la
comida. Breve y aguda “mordida”, sí señor.
También
Alfeo de Mitilene es elegido como interlocutor del poeta y a su conocido epigrama, Es el amor la piedra en que se afila el alma
le contesta: “Así amolada puede oradar la noche de las contradicciones y
salir límpida en la Aurora”.
Ahora
que se acercan las vacaciones y me pedís que recomiende alguna lectura,
aquí tenéis una de las mejores.
Finalizo ya con un poema al que sigue un vídeo de la Editorial Pre-Textos, grabado en el Homenaje a Rafael Cadenas que se celebró en la
Casa de América de Madrid el 9 de junio de 2010.
Fracaso
Cuanto
he tomado por victoria es sólo humo.
Fracaso,
lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente, difícil de entreleer es
tu letra.
Cuando
ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje que traías,
más
precioso que todos los triunfos.
Tu
llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para salvarme.
Por
mi bien me has relegado a los rincones, me negaste fáciles éxitos, me has
quitado salidas.
Era
a mí a quien querías defender no otorgándome brillo.
De
puro amor por mí has manejado el vacío que tantas noches me ha hecho hablar
afiebrado a una ausente.
Por
protegerme cediste el paso a otros, has hecho que una mujer prefiera a alguien
más resuelto,
me
desplazaste de oficios suicidas.
Tú
siempre has venido al quite.
Sí,
tu cuerpo llagado, escupido, odioso, me ha recibido en mi más pura forma para
entregarme
a
la nitidez del desierto.
Por
locura te maldije, te he maltratado, blasfemé contra ti.
Tú
no existes.
Has
sido inventado por la delirante soberbia.
¡Cuánto
te debo!
Me
levantaste a un nuevo rango limpiándome con una esponja áspera, lanzándome a mi
verdadero campo de batalla, cediéndome las armas que el triunfo abandona.
Me
has conducido de la mano a la única agua que me refleja.
Por
ti yo no conozco la angustia de representar un papel, mantenerme a la fuerza en
un escalón, trepar con esfuerzos propios, reñir por jerarquías, inflarme hasta
reventar.
Me
has hecho humilde, silencioso y rebelde.
Yo
no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado ser. Por no darme
otra vida.
Por
haberme ceñido.
Me
has brindado sólo desnudez.
Cierto
que me enseñaste con dureza ¡y tú mismo traías el cauterio!, pero también
me
diste la alegría de no temerte.
Gracias
por quitarme espesor a cambio de una letra gruesa.
Gracias
a ti que me has privado de hinchazones.
Gracias
por la riqueza a que me has obligado.
Gracias
por construir con barro mi morada.
Gracias
por apartarme.
Gracias.
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