Dalí, La metamorfosis de Narciso |
La metamorfosis
de Narciso, pintado por
Dalí en 1937, es un cuadro de una gran belleza y profundidad donde confluyen tradición
clásica y psicoanálisis.
El
mito de Narciso que recoge el cuadro nos recuerda inevitablemente al joven y
bello hijo del río Cefiso y de la ninfa Liríope que aparece en las Metamorfosis de Ovidio.
El
mito clásico.
Nos
cuenta el poeta de Sulmona que Liríope, tras dar a luz, acude al oráculo deseando
conocer si su hijo Narciso viviría hasta la
madura vejez a lo que el adivino Tiresias responde: “Siempre que no se
conozca”.
Enigmáticas palabras que escondían un fatídico augurio pues aquel niño con el paso de los años se convertiría en un hermoso joven digno de ser amado y deseado por jóvenes y muchachas pero estaba dominado por el mal de la soberbia. Prepotente en su ego no hacía sino burlarse de cuantas ninfas y
muchachos se le acercaban, ¿quién puede olvidar el dolor de la sonora Eco
cuando avergonzada y despreciada por Narciso se ocultó en el bosque viviendo en
solitarias cuevas hasta que su triste cuerpo debilitado por las desveladas
aflicciones se evaporó en el aire sobreviviendo tan solo su voz?
Pero
Narciso ignoraba que las palabras pronunciadas por el augur habrían de cumplirse
y sufriría un estéril autoenamoramiento al contemplar su propia imagen entre las
aguas. Justo castigo, recibió
de sí mismo tanto dolor como había sembrado.
hic puer et
studio venandi lassus et aestu
procubuit
faciemque loci fontemque secutus,
dumque sitim
sedare cupit, sitis altera crevit,
dumque bibit, visae correptus imagine formae
spem sine corpore amat, corpus putat esse, quod umbra est.
adstupet ipse sibi vultuque inmotus eodem
haeret, ut e Pario formatum marmore signum;
spectat humi positus geminum, sua lumina, sidus
et dignos Baccho, dignos et Apolline crines
inpubesque
genas et eburnea colla decusque
oris et in niveo mixtum candore ruborem,
cunctaque
miratur, quibus est mirabilis ipse:
se cupit
inprudens et, qui probat, ipse probatur,
dumque petit,
petitur, pariterque accendit et ardet.
inrita fallaci
quotiens dedit oscula fonti,
in mediis quotiens visum captantia collum
bracchia mersit aquis nec se deprendit in illis!
quid videat, nescit; sed quod videt, uritur illo,
atque oculos
idem, qui decipit, incitat error.
credule, quid
frustra simulacra fugacia captas?
quod petis, est nusquam; quod amas, avertere, perdes!
ista
repercussae, quam cernis, imaginis umbra est:
nil habet ista
sui; tecum venitque manetque;
tecum
discedet, si tu discedere possis!
Non illum Cereris, non illum cura quietis
abstrahere inde potest, sed opaca fusus in herba
spectat inexpleto mendacem lumine formam
perque oculos
perit ipse suos; paulumque
levatus
ad circumstantes tendens sua bracchia silvas
'ecquis, io silvae, crudelius' inquit 'amavit?
Allí se recostó
el joven y admiró el hermoso sitio
y su manantial,
y cuando quiso
calmar la sed, otra sed comenzó
a crecer con él,
y, mientras
bebía, atrapado por la imagen de su belleza,
se enamoró
de una ilusión
incorpórea, pues creyó que tenía cuerpo
lo que sólo era agua.
Maravillóse de
sí mismo y quedó pendiente, inmóvil
el rostro,
como una
estatua hecha de mármol de Paros;
apoyado en el
suelo, contempló la doble estrella de sus ojos,
sus cabellos
dignos de Baco, dignos también de Apolo,
y sus imberbes
mejillas y el marfil de su cuello
y la belleza
de su boca y su rubor mezclado con el blanco
de la nieve,
y admiró todos
los rasgos por los que él mismo
era admirable;
se deseó, sin
darse cuenta, a sí mismo, y aprobó
y fue aprobado,
y buscó y fue
buscado, y, a la vez, incendiaba y ardía.
¡Cuántas veces
besó inútilmente las aguas engañosas;
cuántas veces
sumergió los brazos para tomar el cuello
que veía en
medio de la fuente, y no pudo atraparse
con sus brazos!
No sabía qué
estaba viendo, pero moría por su causa,
y lo empujaba
la misma ilusión que defraudaba sus ojos.
¿Por qué
intentas atrapar, crédulo, imágenes
vanas y fugaces?
¡No está en
ningún lado lo que deseas! ¡Deja ya lo que amas,
Pues lo
perderás! Esa que veías era una sombra,
la imagen de tu reflejo;
no tenía nada
propio; ella venía y permanecía contigo;
y se habría
marchado contigo, si hubieras podido marcharte.
Ni la
necesidad de alimento ni tampoco la de descanso
pudieron alejarlo
de allí, sino que, recostado en la umbría
hierba,
contemplaba
con insaciable mirada la belleza engañadora
y por sus
propios ojos se moría. Entonces, levantándose
un momento,
tendió los
brazos al bosque que lo rodeaba, y dijo: ¡”Oh,
bosques!
¿Quién
amó con fortuna más cruel?
Concluye
el relato con un joven Narciso deseando la muerte como única liberadora de tanto dolor.
Entre lamentos y golpes infligidos por sí mismo su cuerpo languidece admirando
la belleza de su amado (su propia imagen reflejada en el agua). Una vez la muerte le cerró los ojos fue
llorado por náyades y dríades mientras
preparaban la pira y las antorchas para la ceremonia fúnebre mas su cuerpo no
apareció sobre la verde hierba, en su lugar encontraron una flor de color
azafrán con su centro rodeado por pétalos blancos.
Hasta
aquí el mito. Os recuerdo de nuevo que para las Metamorfosis elegimos como lectura la traducción de Emilio Rollié
(Editorial Losada).
El
cuadro.
En
el óleo observamos dos figuras en secuencia que se miran en las aguas. En la
primera contemplamos al joven arrodillado admirando su imagen (¿nos recuerda al
Narciso de Caravaggio?), justo detrás vemos unas siluetas delgadas simbolizando
sus enamorados. Al
lado encontramos otra figura con similar estructura. Parece una estatua caliza,
desgastada, con la forma de una mano que porta en la punta de sus dedos un
huevo de donde surgirá un nuevo Narciso, transformado en flor.
En el cuadro de
Dalí el joven consigue evitar la muerte, en su caso será el amor de Gala quien
lo salve.
Este
óleo tiene otra peculiaridad, apasionante, y es que el pintor ampurdanés en el
mismo 1937 compuso un poema publicado en Éditions Surrealistes indicando que
debía leerse al tiempo que se contempla el cuadro. Con estas palabras explicaba el propio Dalí
este maridaje entre literatura y pintura: “Por primera vez un cuadro y un poema
surrealistas implican objetivamente la interpretación coherente de un tema
irracional desarrollado”.
Sólo queda de
él
el alucinante
óvalo de blancura de su cabeza,
su cabeza otra
vez más tierna,
su cabeza
crisálida de prejuicios biológicos,
su cabeza
sostenida por las puntas de los dedos del agua,
por las puntas
de los dedos
de la mano
insensata
de la mano
terrible
de la mano
coprofágica,
de la mano
mortal
de su propio
reflejo.
Cuando esta
cabeza se hienda,
cuando esta
cabeza se resquebraje,
cuando esta
cabeza estalle,
aparecerá la
flor,
el nuevo
Narciso,
Gala:
mi narciso.
(Fragmento
del poema)
Otro dato que nos da idea de la importancia del cuadro es que el propio pintor consciente de su simbolismo y belleza lo
llevó en su viaje a Londres, julio de 1938, para mostrárselo a Freud, conocido
por todos como “el padre del psicoanálisis”. Este tras ver el cuadro hizo el
siguiente comentario: Hasta hoy, me había
inclinado a pensar que los surrealistas -que parece que me eligieron como su
santo patrón- estaban totalmente locos. Pero este joven español, de ojos
fanáticos y un dominio técnico indiscutible, me ha sugerido una opinión
distinta. De hecho, sería muy interesante explorar analíticamente el crecimiento
de una obra como ésta…
Siguiendo las palabras de Freud os dejo explorando el cuadro de Dalí al tiempo que leyendo las Metamorfosis de Ovidio; permitidme solo una última reflexión, ¿qué
sería de nosotros, de nuestra lengua, literatura, pintura,… de todo concepto de
Arte sin el inapreciable legado de griegos y romanos?
Salutem!
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