Ότι δεν με σκοτώνει με κάνει πιο δυνατό


domingo, 7 de octubre de 2012

El dios Marte de Velázquez





Autor
Velázquez, Diego Rodríguez de Silva y
Título
El dios Marte
Cronología
Hacia 1638
Técnica
Óleo
Soporte
Lienzo
Medidas
179 cm x 95 cm
Escuela
Española



Una de las pinturas de contenido mitológico más peculiares de Velázquez es esta en la que aparece el dios romano de la guerra, Marte (Ares para los griegos). Pronto observamos en ella una característica que nos causa sorpresa y cierta extrañeza, me refiero al tratamiento narrativo que vemos en el lienzo. Nuestro pintor sevillano nos  presenta a un dios ya de una cierta edad, melancólico, que parece estar un tanto agotado y alicaído, en una postura relajada y con una mirada pensativa. El Marte de Velázquez se halla muy lejos de la visión preconcebida del dios que ya nos legó Homero en su obra la Ilíada en la que le describe como un impetuoso, cruel y violento guerrero, plaga de mortales, baste citar unos versos del Canto V de la mencionada obra cuando leemos:

“ ὃ δ᾽ ἔβραχε χάλκεος Ἄρης
ὅσσόν τ᾽ ἐννεάχιλοι ἐπίαχον ἢ δεκάχιλοι
ἀνέρες ἐν πολέμῳ ἔριδα ξυνάγοντες Ἄρηος.
τοὺς δ᾽ ἄρ᾽ ὑπὸ τρόμος εἷλεν Ἀχαιούς τε Τρῶάς τε
δείσαντας: τόσον ἔβραχ᾽ Ἄρης ἆτος πολέμοιο.”

“Y al instante lanzó Ares broncíneo un potente alarido
semejante al que hubiesen proferido en terrible combate
nueve mil o diez mil hombres que se enfrentaran luchando.
Poseídos por el miedo se aterrorizaron troyanos y aqueos,
tal fue la forma en que gritó Ares el insaciable en la guerra.”


Queda claro que Velázquez nos está ofreciendo una visión muy particular y diferente del mito.
Otro de los detalles del lienzo que llaman nuestra atención es la desnudez del dios al que apenas un paño cubre sus partes íntimas, vestuario que se completa con el morrión que cubre su cabeza. Marte se halla sentado en una especie de lecho cubierto por una tela roja carminosa sosteniendo en una de sus manos (escondida) un bastón de mando mientras su otra mano sirve de punto de apoyo para la cabeza. Completan  la escena los atributos propios del dios esparcidos por el suelo, hablamos del escudo circular, la espada y el peto.

Entorno. El cuadro del dios Marte formaba parte de la decoración de la Torre de La Parada, pabellón de caza situado a las afueras de Madrid y utilizado como tal por el rey Felipe IV. Esta información está claramente avalada por los inventarios de la propia Torre de 1701 y 1703. Junto con Marte también figuraban otros once lienzos de Velázquez entre ellos Esopo y Menipo. Estos dos encajaban temáticamente con el resto de pinturas mitológicas que Rubens y su escuela de Amberes había realizado para este lugar, especialmente con los lienzos de Heráclito y Demócrito. En cambio Marte por su concreta forma narrativa parece no ajustarse plenamente en el pretendido espacio mitológico, lo que ha servido para que algunos estudiosos del tema lanzasen diferentes interpretaciones de esta obra.

Influencias. Son muchos los que resaltan el evidente parecido entre la postura de Marte y la escultura que  el maestro Miguel Ángel  había realizado para la tumba de los Medici en Florencia, me refiero a “Il Pensieroso” En la imagen podemos observar ciertamente el parecido.



También se ha vinculado la composición a la escultura clásica de Lisipo, el “Ares Ludovisi”.



Otro lienzo que nos recuerda su forma descriptiva es el titulado “el caballero del yelmo de oro” de Rembrandt.



Se percibe también una apreciable influencia de Tiziano y Rubens especialmente en la combinación de los colores y las carnaciones, como comentaré más adelante.

Interpretaciones del lienzo. En este punto vemos reflejado uno de los rasgos inconfundibles en las obras de nuestro ilustre pintor  como es su personal y libre estilo de interpretar la mitología que por otra parte evidenciaba su elevada formación y su talento. De todo ello se deriva el hecho de que sus obras hayan estado y estén sujetas a diferentes e incluso antagónicas interpretaciones.
En el caso concreto del dios de la guerra comencemos por decir que el hecho ya mencionado aquí de que el lienzo en su origen compartiese ubicación con otras dos obras suyas, las citadas Esopo y Menipo, hizo que algunos estudiosos lo entendiesen como una visión crítica y un  tanto sarcástica de la Antigüedad.





Otra interpretación es la que apunta simplemente hacia una elaboración mental del pintor fruto de sus lecturas reflexivas.
Curiosa fue la visión de Santiago Sebastián que identificó la imagen con un guerrero, concretamente con Agamenón basándose en el emblema de Alciato “Furor et rabies”.
Hay quienes sostienen que es una prolongación de la historia que ya aparecía en La fragua de Vulcano (lienzo al que he dedicado un pequeño estudio en este blog). Recordemos que temáticamente se aludían los amores de Marte con la diosa Venus. Bien, siguiendo este hilo interpretativo cobra lógica el encontrarnos a un Marte en actitud relajada, sentado en el catre, libre de sus armas tras su apasionado encuentro con la diosa del amor. Entre quienes abogan por esta interpretación destacamos a Jonathan Brown el cual aun va más allá y basándose en el mito donde sabemos  Marte y Venus fueron atrapados en el lecho por una fina malla de acero forjada por el cojo y deforme herrero Vulcano, una vez se resuelve el incidente y los demás dioses se van de la escena, nos encontraríamos a un Marte tal como lo pintó Velázquez, aturdido, todavía contrariado sin fuerzas para vestirse, reflexionando sobre la forma sorprendente y un tanto humillante en que ha terminado su devaneo con Venus.
He dejado para el final una de las lecturas que personalmente me parecen más interesantes, la política. Recordemos que en los años en que presumiblemente se pintó el cuadro (1637/1640) España era la gran potencia del continente que contemplaba cómo su poder iba disminuyendo de forma imparable, llegando pocos años después a las tremendas consecuencias que para la Monarquía española trajo la firma de la paz de Westfalia de 1648 y la de los Pirineos de 1659. Parece lógico pensar que en este contexto social y político el pintor de la Corte y amigo del rey Felipe IV quisiera advertirle que su actitud no era la más acertada. Recordemos que mientras acaecían las derrotas militares españolas fuera de nuestras fronteras con las lógicas y nefastas repercusiones en el interior del país, el rey se ocupaba en acondicionar la Torre de la Parada como lugar de cacería, de distracción real. Por tanto parece posible que el pintor quisiese mostrarle al monarca la imagen de todo un dios de la guerra abatido, derrotado por su propia imprudencia,  presagio de lo que le pasaría a Felipe IV y la monarquía española si se desprendían de la necesaria Prudencia especialmente en los temas concernientes a la guerra y sabemos que precisamente a este rey se le reprochó en esos años que no participase personalmente en las campañas.  Avalando aun más este enfoque político también se ha analizado la figura de serpiente (aunque para otros se trata de una camello) que aparece en el casco; no olvidemos que este animal, la serpiente, era uno de los atributos de la prudencia.
 Tanto de las interpretaciones mencionadas como de otras  que pueden hacerse del lienzo se desprende como ya apunté antes ese rasgo tan genuino de Velázquez como es el de sorprender al espectador, invitarle a una lectura abierta e inteligente de su obra.

Técnica. En anteriores espacios dedicados al pintor sevillano comenté que una de sus muchas cualidades era la originalidad y la versatilidad especialmente al abordar el asunto mitológico como nuevamente queda constatado.
En el lienzo observamos cómo la fuerza del color se convierte en el principal instrumento expresivo continuando con ello la tradición de Tiziano y Rubens.
La gama de color que apreciamos en el cuadro es cálida y soberbia con formas modeladas a base de luz difuminando el perímetro del cuerpo y el espacio que lo rodea porque con ello aviva y hace más real la impresión que quiere transmitirnos, la cual se refuerza aun más con la actitud un tanto fatigada y lánguida de Marte, especialmente reflejada en su rostro que algunos apuntan fue inspirado en un bufón de la Corte llamado Antonio Bañueles.
Es esta una obra del Barroco pero responde a la personalidad y el espíritu del pintor español cuyo temperamento equilibrado le alejaba del tono trágico y en extremo realista tan del gusto de otros representantes de este estilo.


Después de este breve y liviano análisis de la obra reflexionamos con esa virtud que parece aconsejar nuestro pintor,  la Prudencia, para concluir que  hemos intentado establecer un diálogo con él a través de su obra; nos hemos involucrado, hemos participado en ella y sólo me resta confesar mi eterno y placentero agradecimiento a Velázquez por todo su arte.