©
Paolo Troilo
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LUNA
Y PANORAMA DE LOS INSECTOS
(Poema
de amor)
La
luna en el mar riela,
en
la lona gime el viento
y
alza en blando movimiento
olas
de plata y azul
-Espronceda-
Mi
corazón tendría la forma de un zapato
si
cada aldea tuviera una sirena.
Pero
la noche es interminable cuando se apoya en los
enfermos
y
hay barcos que buscan ser mirados para poder
hundirse tranquilos.
Si
el aire sopla blandamente
mi
corazón tiene la forma de una niña.
Si
el aire se niega a salir de los cañaverales
mi
corazón tiene la forma de una milenaria
boñiga de toro.
Bogar,
bogar, bogar, bogar,
hacia
el batallón de puntas desiguales,
hacia
un paisaje de acechos pulverizados.
Noche
igual de la nieve, de los sistemas suspendidos.
Y
la luna.
¡La
luna!
Pero
no la luna.
La
raposa de las tabernas,
el
gallo japonés que se comió los ojos,
las
hierbas masticadas.
No
nos salvan las solitarias en los vidrios,
ni
los herbolarios donde el metafísico
encuentra
las otras vertientes del cielo.
Son
mentira las formas. Sólo existe
el
círculo de bocas del oxígeno.
Y
la luna.
Pero
no la luna.
Los
insectos,
los
muertos diminutos por las riberas,
dolor
en longitud,
yodo
en un punto,
las
muchedumbres en el alfiler,
el
desnudo que amasa la sangre de todos,
y
mi amor que no es un caballo ni una quemadura,
criatura
de pecho devorado.
¡Mi
amor!
Ya cantan,
gritan, gimen: Rostro. ¡Tu rostro! Rostro.
Las manzanas
son unas,
las dalias son
idénticas,
la luz tiene
un sabor de metal acabado
y el campo de
todo un lustro cabrá en la mejilla
de la moneda.
Pero tu rostro
cubre los cielos del banquete.
¡Ya cantan!,
¡gritan!, ¡gimen!,
¡cubren!
;trepan! ¡espantan!
Es
necesario caminar, ¡de prisa!, por las ondas,
por las ramas,
por
las calles deshabitadas de la edad media que
bajan al río,
por
las tiendas de las pieles donde suena un cuerno
de vaca herida,
por
las escalas, ¡sin miedo! por las escalas.
Hay
un hombre descolorido que se está bañando en
el mar;
es
tan tierno que los reflectores le comieron jugando
el corazón.
Y
en el Perú viven mil mujeres, ¡oh insectos!, que
noche y día
hacen
nocturnos y desfiles entrecruzando sus
propias venas.
Un
diminuto guante corrosivo me detiene. ¡Basta!
En
mi pañuelo he sentido el tris
de
la primera vena que se rompe.
Cuida
tus pies, amor mío, ¡tus manos!,
ya
que yo tengo que entregar mi rostro,
mi
rostro, ¡mi rostro!, ¡ay, mi comido rostro!
Este
fuego casto para mi deseo,
esta
confusión por anhelo de equilibrio,
este
inocente dolor de pólvora en mis ojos,
aliviará
la angustia de otro corazón
devorado
por las nebulosas.
No
nos salva la gente de las zapaterías,
ni
los paisajes que se hacen música al encontrar las
llaves oxidadas.
Son
mentira los aires. Sólo existe
una
cunita en el desván
que
recuerda todas las cosas.
Y
la luna.
Pero
no la luna.
Los
insectos,
los
insectos solos.
crepitantes,
mordientes. estremecidos, agrupados,
y
la luna
con
un guante de humo sentada en la puerta de sus
derribos.
¡¡La
luna!!
New York, 4 de enero de 1930.
Me gustó, besos.
ResponderEliminarbello post.
¡Muchas gracias, Amapola Azul!
EliminarAbrazos!!