lunes, 23 de septiembre de 2013

Una noche en Roma







El viaje que Luis tanto tiempo había soñado era ya una realidad. Estaba en Roma. Se sentía feliz como hacía años no recordaba, o quizás como nunca lo había sido. Y su aventura apenas había comenzado…








Así podría comenzar el viaje de nuestra vida, ese con el que muchas veces hemos soñado. Elegir Roma puede ser un buen principio, un buen libro una excelente compañía. 



Teatro romano.

I ACTO.

Sé, que bajo ese vestido blanco
de patricia de otros tiempos,
tu desnudez de bronce
y fuego,
de nácar y miel de azahar
está deseando sentir
el ardor plebeyo de mis labios.


II ACTO.

Y esa, tu desnudez de diosa,
de diosa clásica en este milenio,
está pidiendo,
pidiéndome a gritos
en sus silencios rojos
de cristianos conformes a los leones,
que arda Roma,
que nada quede libre de las llamas
en esta noche de calor
y versos echados a volar.


III ACTO.

Sé, que tu cuerpo
de Diana Cazadora
está clamando desde este banco
de piedra y siglos,
clamando en la mudez de un grito
con todas sus flechas rotas
por ser cazado,
por ser presa fácil
en la ternura de mis besos gladios.


IV ACTO.

Y ésta, tu carne de estrella,
toda pasión desbordada
a orillas del Mare Nostrum...
Esta carne titilante,
bajo la niebla cegadora
     de un paño de algodón,
impaciente aguarda al final de la obra
para que el Imperio de mi amor
caiga firme sobre los idus
           de tus muslos en flor.


V ACTO.

Lo sé,
sé que lo nuestro no son los reinos
ni las conquistas imperiales,
sino la república del deseo
y contarnos boca con boca
toda la historia de Roma
leyéndola en el espejo de los ojos
que nos miran,
que nos desnudan,
que son tuyos, que son míos.

(Poema de Tomás Soler Borja, Acróbata