© Amelia G. Suárez
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Descubrir la Historia es aprender a
conocernos mejor a nosotros mismos. Para saber quiénes somos es necesario que
entendamos de dónde venimos, y para ello disponemos de diferentes recursos.
¿Cómo eran los pueblos que habitaban
la Península Ibérica en la Antigüedad? Gracias a las referencias que aparecen
en escritores griegos y romanos disponemos de una inestimable información sobre
los diferentes territorios e indígenas que poblaban estas tierras desde la etapa
que conocemos como Protohistoria. Si bien es justo reconocer que en ocasiones
no resulta fácil discernir entre mito, leyenda y realidad.
Ya en Homero, Hesíodo
y Estesícoro encontramos las más antiguas aunque imprecisas y legendarias narraciones sobre las tierras de
la Península Ibérica conocidas entre los griegos de los siglos VIII, VII, VI
a.C. como lugares lejanos pero de incalculable riqueza, así se recoge en la
descripción de los viajes de Heracles y el episodio de los míticos rebaños de
Gerión, o la monarquía de Gárgoris y Habis. Pero será Rufo Festo Avieno (Etruria, finales
siglo IV a. C.) y su memorable Ora Marítima
el primer autor que realice una descripción ponderada de la costa mediterránea
peninsular al tiempo que emplea el término “Híberos” puesto que los griegos
habrían denominado Iberia a la zona habitada por los Tartesios.
Junto con Avieno nos encontraremos otros
escritores grecorromanos de suma importancia por los datos que aportan sobre
nuestra Península: Polibio, Heródoto, Estrabón, Pomponio Mela, Plinio El viejo, etc. pero a ellos volveremos,
si el tiempo me lo permite, en futuras entradas. Porque ahora quiero centrar el
tema en los pueblos norteños, especialmente en los astures. Ya Estrabón (63
a.C. - 21 a.C.) en su Geografía escribió sobre ellos: "Aquí hay un pueblo de
gran fuerza, de ánimo levantado, de eficaz habilidad, dominando a todos la
pasión por el comercio; con barcas de pieles cosidas surcan valerosamente el
turbio mar y el abismo del Océano lleno de monstruos; pues ellos no supieron
construir sus naves con madera de pino ni de acebo, ni tampoco con el abeto
curvaban las barcas como es costumbre sino que, cosa digna de admiración,
siempre construían las naves con pieles unidas, recorriendo con frecuencia
sobre tal cuero el vasto mar".
Tras el geógrafo
e historiador griego será Floro el segundo autor que haga referencia a los astures
como uno de los dos pueblos más fuertes
de Hispania (junto a cántabros), gentes con un valor y sentido de la libertad
extraordinarios que les hizo oponer feroz resistencia a la dominación romana lo
que obligó al propio emperador Augusto a venir personalmente a tierras hispanas
para enfrentarse a aquellos valerosos norteños que tantos problemas estaban
acarreando al todopoderoso Imperio Romano. Bien, pues ahora
os propongo la lectura y comentario de un fragmento de este historiador romano en el que
relata la derrota de los astures.
“Durante
esta misma época los astures, formando una enorme columna, habían bajado de sus
nevadas montañas. Su ataque no se lanzó a la ligera, al menos para los
bárbaros, sino que después de haber establecido su campamento a orillas del río
Astura y dividido sus fuerzas en tres grupos, se disponen a atacar a un mismo tiempo
tres campamentos romanos. La lucha contra enemigos tan valerosos, cuya llegada
había sido tan rápida y tan bien concertada, habría sido dudosa y sangrienta,
si los bringuecinos no les hubiesen traicionado y hubieran avisado a Carisio
(el legado romano). Supuso para nosotros una victoria el haber impedido sus
proyectos, sin poder evitar, en cualquier caso, una lucha sangrienta. El resto
del ejército (astur), en retirada, fue acogido en la ciudad de Lancia, muy
fortificada, donde la disposición de los lugares hizo la lucha tan encarnizada
que, después de la toma de la ciudad, los soldados (romanos) reclamaban
antorchas para quemarla, y su general a duras penas pudo salvarla, asegurándose
que la ciudad acogería mejor la victoria romana si estaba intacta, que si era
incendiada. Tal fue el final de las campañas de Augusto y también de la
revuelta de Hispania; su fidelidad fue asegurada al punto, lo mismo que una paz
eterna, gracias al cambio sobrevenido en el temperamento mismo de sus
habitantes, desde entonces más dispuestos a llevar una vida pacífica, así como
a las medidas de Augusto.
Temiendo
la confianza que les inspiraban sus montes, refugio seguro para ellos,
(Augusto) les obligó a habitar y vivir en el emplazamiento de su campamento,
puesto que estaba en el llano: allí se celebraría la asamblea de la nación y
deberían conservar ese lugar como capital. Estas medidas se veían favorecidas
por la naturaleza del país: toda la región vecina contenía efectivamente oro,
malaquita, minio y abundancia de otros productos. En consecuencia, Augusto
ordenó que se explotase el suelo: así, los astures, esforzándose en trabajar la
tierra para el provecho de otros, comenzaron a conocer sus propios recursos y
riquezas.”
Sobre la derrota de los astures. Floro II, 33, 54-60
Comentario.
Nos encontramos ante un texto historiográfico
escrito por Lucio Anneo Floro (siglo I-II d. C), historiador romano y autor de Epítome, un compendio de la historia de
Roma en cuyas páginas encontramos diferentes referencias a Hispania, especialmente
interesante en cuanto que el autor relaciona la Península con el destino de
Roma.
En su obra Floro reseña, entre otros episodios, los
acaecidos durante las denominadas Guerras Cántabras (29-19 a.C.), esto es, los
enfrentamientos bélicos que Augusto entabló contra astures y cántabros, una
larga campaña de conquista que dirigió
personalmente con la que completó el
sometimiento del territorio de la Península Ibérica. Estas Guerras ya habían
sido descritas por otro historiador romano, Tito Livio, persona cercana al
círculo del emperador Augusto. Lamentablemente no disponemos de este relato de
Tito Livio más que a través de los resúmenes que del mismo realizó Floro en su
trabajo. Por lo tanto el texto objeto de este comentario pertenece a una época
claramente posterior a la de los hechos narrados.
Si bien la obra en que se incluye el fragmento Sobre la derrota de los astures tiene un
marcado carácter histórico y está escrita para un público general debemos
recordar que Floro quiere transmitir a modo de panegírico las proezas, la
gloria de Octavio Augusto el hombre que creó un nuevo régimen político en la
Historia de Roma, el Imperio. Significativo que en el texto el autor muestre su
parcialidad al considerarse integrante del bando vencedor (supuso para nosotros una victoria el haber impedido sus proyectos…)
con todo lo que ello supone de subjetividad.
El texto. La idea principal que extraemos de su
lectura es que el episodio bélico entre astures y romanos supuso la victoria de
Augusto y con ella la derrota de uno de los pueblos que más tenazmente se
habían resistido a la dominación romana, así pues toda Hispania queda bajo el
control del César.
Floro detalla los enfrentamientos entre ambos
bandos destacando el valor de los astures y la buena estrategia seguida al
planear un ataque simultáneo sobre los tres campamentos romanos posiblemente
ubicados en distintos tramos del río Astura
(el centro de operaciones de los romanos y base de un importante contingente de
tropas estaba asentado en el enclave de Asturica
Augusta, Astorga).
Siguiendo la narración del historiador el factor
que decantó la victoria a favor de Carisio, legado de Augusto en Lusitana, fue
la traición de los bringuecinos al delatar los planes astures. Deducimos por
sus palabras que la lucha entre ambos bandos debió ser muy dura, extremadamente
cruenta.
En cuanto a los escenarios concretos de los
combates no existe un consenso entre los investigadores. Sobre los lugares que
se mencionan en el texto y considerando que los astures ocupaban más o menos
parte del territorio de la actual Asturias, León y Zamora, podemos situar las nevadas montañas de las que
descendían los astures en los Montes de León, en tanto que el mencionado
campamento astur a orillas del río Astura
podría corresponder al actual río Esla y la ciudad de Lancia, refugio de los astures en su retirada, estaría relacionada
con el castro de Las Labradas situado en el municipio de Arrabalde en Zamora.
El territorio de los bringuecinos sería el actual Benavente.
Una vez derrotados los astures, los romanos queman los castros, matan o
esclavizan a los hombres al tiempo que les obligan a abandonar las montañas y
asentarse en ciudades con guarniciones romanas. Estas medidas sirvieron para
terminar con las revueltas pero no debemos olvidar que en estas zonas
pervivieron costumbres y usos ancestrales porque el proceso de asimilación de
la cultura romana fue más superficial que en otros lugares de Hispania.
En cuanto a los intereses romanos en la región de
los astures son varios. En primer lugar recordemos los motivos personales y de interés político de
Augusto puesto que le convenía sumar a su ilustre carrera militar la victoria
sobre un pueblo extranjero lo que elevaría su prestigio en la propia Roma. De ahí
que ante las incursiones y sabotajes cántabros y astures sobre los pueblos ya
romanizados decidiese entablar las luchas contra los rebeldes. Con ellas
conseguiría además evitar focos de sublevación e independencia. A estos
intereses políticos debemos añadir los económicos pues esta zona geográfica
poseía ricos yacimientos de oro que
contribuyeron a mejorar la economía del Imperio. De hecho Floro alude
explícitamente en el texto a la riqueza de la región en oro, malaquita, minio y
otros productos. Motivo del que se sirve para realzar la figura de Augusto al
recordarnos que gracias a su idea de explotar el suelo los astures habían
conocido las riquezas de su propia tierra.
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