Pedro Olalla
Hace ahora más de un año y medio, a la vista de lo que
entonces estaba sucediendo en Grecia, dije que, muy probablemente, España sería
"rescatada". Hoy, aunque el gobierno lo siga maquillando de
eufemismos, el "rescate" es ya un hecho incuestionable.
Para hacer aquella afirmación no hacía falta ser ningún
adivino, bastaba con darse cuenta de que en ambos países se daban
"condiciones" favorables al "rescate" y tener en cuenta la
avidez de los "rescatadores". Esas "condiciones" –deuda
externa, endeudamiento público, evasión fiscal, corrupción, pérdida de
competitividad, alta tasa de paro, (agravadas en el caso de España con
particularidades como la "burbuja inmobiliaria", el endeudamiento
privado o la costosa mecánica del Estado de las Autonomías)- no son
precisamente las causas de la "crisis", pero, presentadas como tales
con acierto mediático, contribuyen de manera eficaz a la aceptación de los
"rescates" por el pueblo, que es, a fin de cuentas, el que habrá de
pagarlos.
Ahora, con el "rescate", llegan también las
primeras "medidas" que vertebran el plan de los
"rescatadores" y de sus aliados políticos: un gobierno de
cualificados "gestores" que entienden de números; un ministro de
economía de la confianza de la élite financiera internacional (y de su
cantera); paquetes de recortes "imprescindibles" en sanidad y
educación; capitalización "imprescindible" de la banca con fondos públicos
y por mayor cuantía de lo ahorrado a base de recortes; reformas de la
legislación laboral en detrimento de los trabajadores; aumento del IVA y
recargos en el agua, la electricidad y los combustibles; medidas para el
control de los medios de información; incremento acelerado de los dispositivos
policiales de seguridad y orden público; etcétera.
Todo lo que sucede en España en los últimos meses
–incluida la fraseología y la retórica del establishment político y mediático-
es un déjà vu de lo sucedido en Grecia, un proceso que reproduce paso a paso y
con precisión matemática todo lo sucedido meses antes a este otro lado del
Mediterráneo, y que, por tanto, hace tremendamente previsible el futuro
inmediato. ¿Y qué es lo que va a pasar? En principio, se tomarán las llamadas "medidas
para frenar el déficit" (aunque el déficit real poco tenga que ver con el
montante de las deudas y con el verdadero origen de la llamada
"crisis"). Medidas como: recortes progresivos en sueldos y pensiones
(aunque se jure y se perjure lo contrario); reducción drástica del salario
mínimo y cuestionamiento del propio concepto; debilitamiento del concepto de
convenio laboral y sustitución del mismo por la negociación individual de los
contratos; despido progresivo de miles de funcionarios a través de distintos
subterfugios (como el paso a una "reserva" provisional);
abaratamiento del despido en el sector privado como acto reflejo de las
prácticas gubernamentales en el sector público; planes de privatización de
bienes nacionales bajo la etiqueta eufemística de "puesta en valor"
(infraestructuras sanitarias, empresas de transporte, suministros de agua y
energía, loterías y quinielas, etc.); injerencia progresiva en la política de
instituciones como el FMI, la Comisión Europea y sus correspondientes Task
Forces; reformas en la legislación (e incluso en la Constitución) para
salvaguardar los intereses de los acreedores; rescate 1, rescate 2, rescate
3... Todo en un ambiente de huelgas y manifestaciones bajo control.
El objetivo principal de este "plan" está claro:
sacar provecho de una recesión creada expresamente para que la riqueza pase a
cada vez a menos manos y para que las condiciones que permiten el
enriquecimiento de esa élite sigan mejorando progresivamente. Por eso, sus
acciones en nombre de la "crisis" van encaminadas a la degradación
del mercado de trabajo hasta que todo el mundo esté dispuesto a hacer cualquier
cosa por un bocadillo, al desmantelamiento de los servicios públicos y a su
sustitución por servicios de pago prestados por corporaciones privadas (en las
que tienen parte los propios políticos que favorecen el proceso), al
debilitamiento del ya deficiente sistema democrático..., van encaminadas, en
una palabra, al retroceso del estado social y a la pérdida de conquistas y
derechos adquiridos por la humanidad a través de largos y penosos procesos de
lucha.
Y el futuro próximo depara aún mucho más. Cuando la deuda
no se pueda pagar –porque está previsto que sea impagable-, darán comienzo los
procedimientos de cobro alternativo: privatización de recursos naturales
públicos (agua, fuentes de energía, yacimientos minerales, riqueza forestal,
parajes naturales...), creación de "zonas de economía especial" (es
decir, zonas del territorio nacional cedidas en usufructo a
"inversores" y acogidas a regímenes jurídicos, fiscales y laborales
especiales, a conveniencia del "inversor"), relajación de las leyes
que protegen los derechos fundamentales de las personas y su propia integridad,
y toda una serie de pesadillas que ya son realidad cotidiana en muchos lugares
del planeta, algunos bien cercanos.
Este es el plan para los próximos meses, o, digamos, los
próximos años, en esta Europa cada vez menos política y más financiera. Ante
este déjà vu, en la conciencia de los "ciudadanos" está ahora seguir
sentados en el sofá hasta que todo esté perdido, o levantarse de una vez y
actuar.