Ότι δεν με σκοτώνει με κάνει πιο δυνατό


martes, 30 de abril de 2013

Horacio y la copa de Pitágoras: El placer de saber beber





Guido ReniBaco



“Quien sabe beber sabe vivir” así de contundentes son los viticultores españoles en su campaña para proclamar los valores del vino tan ligado a nuestra cultura. Apreciar su sabor, textura, cuerpo, color, aroma, me parece un ejercicio de lo más saludable y placentero. Si además queremos disfrutar plenamente debemos  hacerlo con moderación. Saborearlo mientras experimentamos el sinfín de combinaciones que podemos realizar nos abre la puerta a todo un mundo de estimulantes posibilidades.  

La importancia del vino se remonta a los propios orígenes de nuestra cultura mediterránea. Homero lo alabó con entusiasmo al igual que muchos otros de nuestros clásicos.  Seguro que en alguna ocasión habéis escuchado  la expresión Beati Hispani apud quos vivere est bibere, Felices los españoles para quienes vivir es beber, lo dice todo.

Uno de los poetas que mejor cantó las excelencias del vino ha sido el inolvidable Horacio en cuya obra leemos verdaderos elogios.  Un ejemplo lo tenemos en la Oda  que os transcribo a continuación, toda una exaltación del vino siempre que se beba con moderación.  




Liber Primus - XVIII

Nullam, Vare, sacra uite prius seueris arborem
circa mite solum Tiburis et moenia Catili;
siccis omnia nam dura deus proposuit neque
mordaces aliter diffugiunt sollicitudines.
Quis post uina grauem militiam aut pauperiem 
[crepat?              
Quis non te potius, Bacche pater, teque decens Venus?
Ac ne quis modici transiliat munera Liberi,
Centaurea monet cum Lapithis rixa super mero
debellata, monet Sithoniis non leuis Euhius,
cum fas atque nefas exiguo fine libidinum               
discernunt auidi. Non ego te, candide Bassareu,
inuitum quatiam nec uariis obsita frondibus
sub diuum rapiam. Saeua tene cum Berecyntio
cornu tympana, quae subsequitur caecus amor sui
et tollens uacuum plus nimio gloria uerticem              
arcanique fides prodiga, perlucidior uitro.




Libro I - XVIII

No plantes, Varo, ningún árbol antes que la vid sagrada
en el fértil suelo de Tíbur o junto a las murallas de Catilo,
pues el dios ha reservado las penas a los sobrios
y no de otra forma desaparecen las preocupaciones lacerantes.
¿Quién, tras el vino, increpa la fatigosa milicia o la pobreza?
¿Quién no habla mejor de ti, padre Baco,
o de ti, hermosa Venus?
Y que nadie sobrepase la moderación en los dones de Baco
nos lo advierte la lucha de los Centauros con los Lapitas
sostenida a causa del vino;
nos lo advierte Evio, riguroso para los Sitonios,
cuando, con borrosa frontera, discuten, ávidos de pasiones,
lo lícito y lo ilícito.
No te perturbaré, brillante Besareo, contra tu voluntad
ni expondré a la luz lo oculto bajo diversos  ramajes
Modera los crueles timbales y el cuerno Berecinto,
a los que sigue el ciego amor propio y la gloria,
que encumbra más que en exceso la cabeza hueca,
y una Fidelidad, pregonera de secretos,
más transparente que el cristal.



Los versos de Horacio  elegantes, concisos, perfectos. En la moderación está la clave como bien escribió el poeta. Pensando en ello me acordé de la copa de Pitágoras. Un original invento griego que aplicando un sencillo dispositivo dentro de un recipiente nos  ayuda a servir la cantidad de vino adecuada porque si sobrepasamos el límite simplemente se derrama todo el líquido. Interesante, sin duda.













2 comentarios:

  1. Interesante y valiosos artículo!!! Y qué actualidad!

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  2. Muchas gracias Silvia Dolores. Un placer saludarte.

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