Ότι δεν με σκοτώνει με κάνει πιο δυνατό


miércoles, 5 de junio de 2013

Federico García Lorca: Luna y panorama de los insectos






© Paolo Troilo






LUNA Y PANORAMA DE LOS INSECTOS
(Poema de amor)



La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul
-Espronceda-



Mi corazón tendría la forma de un zapato
si cada aldea tuviera una sirena.
Pero la noche es interminable cuando se apoya en los 
        enfermos
y hay barcos que buscan ser mirados para poder 
        hundirse tranquilos.

Si el aire sopla blandamente
mi corazón tiene la forma de una niña.
Si el aire se niega a salir de los cañaverales
mi corazón tiene la forma de una milenaria 
        boñiga de toro.

Bogar, bogar, bogar, bogar,
hacia el batallón de puntas desiguales,
hacia un paisaje de acechos pulverizados.
Noche igual de la nieve, de los sistemas suspendidos.
Y la luna.
¡La luna!
Pero no la luna.
La raposa de las tabernas,
el gallo japonés que se comió los ojos,
las hierbas masticadas.

No nos salvan las solitarias en los vidrios,
ni los herbolarios donde el metafísico
encuentra las otras vertientes del cielo.
Son mentira las formas. Sólo existe
el círculo de bocas del oxígeno.
Y la luna.
Pero no la luna.
Los insectos,
los muertos diminutos por las riberas,
dolor en longitud,
yodo en un punto,
las muchedumbres en el alfiler,
el desnudo que amasa la sangre de todos,
y mi amor que no es un caballo ni una quemadura,
criatura de pecho devorado.
¡Mi amor!

Ya cantan, gritan, gimen: Rostro. ¡Tu rostro! Rostro.
Las manzanas son unas,
las dalias son idénticas,
la luz tiene un sabor de metal acabado
y el campo de todo un lustro cabrá en la mejilla 
      de la moneda.
Pero tu rostro cubre los cielos del banquete.
¡Ya cantan!, ¡gritan!, ¡gimen!,
¡cubren! ;trepan! ¡espantan!

Es necesario caminar, ¡de prisa!, por las ondas, 
        por las ramas,
por las calles deshabitadas de la edad media que 
        bajan al río,
por las tiendas de las pieles donde suena un cuerno 
        de vaca herida,
por las escalas, ¡sin miedo! por las escalas.
Hay un hombre descolorido que se está bañando en 
        el mar;
es tan tierno que los reflectores le comieron jugando 
        el corazón.
Y en el Perú viven mil mujeres, ¡oh insectos!, que 
       noche y día
hacen nocturnos y desfiles entrecruzando sus 
       propias venas.
Un diminuto guante corrosivo me detiene. ¡Basta!
En mi pañuelo he sentido el tris
de la primera vena que se rompe.
Cuida tus pies, amor mío, ¡tus manos!,
ya que yo tengo que entregar mi rostro,
mi rostro, ¡mi rostro!, ¡ay, mi comido rostro!

Este fuego casto para mi deseo,
esta confusión por anhelo de equilibrio,
este inocente dolor de pólvora en mis ojos,
aliviará la angustia de otro corazón
devorado por las nebulosas.
No nos salva la gente de las zapaterías,
ni los paisajes que se hacen música al encontrar las 
      llaves oxidadas.
Son mentira los aires. Sólo existe
una cunita en el desván
que recuerda todas las cosas.
Y la luna.
Pero no la luna.
Los insectos,
los insectos solos.
crepitantes, mordientes. estremecidos, agrupados,
        y la luna
con un guante de humo sentada en la puerta de sus 
       derribos.
¡¡La luna!!

New York, 4 de enero de 1930.









2 comentarios: