Ότι δεν με σκοτώνει με κάνει πιο δυνατό


sábado, 15 de octubre de 2011

Circe: de Homero a Cortázar

Wright Barker (1864-1941)



Cuando leemos las fascinantes y mágicas aventuras y desventuras que Homero nos relata en la Odisea, uno de los capítulos que más nos atrae es el que narra el encuentro entre el héroe griego Odiseo y la hechicera Circe. Nos cuenta Homero (capítulo X) que Odiseo y sus compañeros navegando de vuelta a Ítaca se encontraron con la morada de Circe, la terrible diosa de lindas trenzas nacida de Helios y de Perseis que vivía rodeada de animales como lobos y leones a los que había hechizado dándoles maléficos brebajes. La maga acoge con gran hospitalidad a parte de la tripulación que acompaña a Odiseo y tras ofrecerles un rico banquete les convierte en cerdos, a todos excepto a Euríloco que se escapa y avisa al rey de Ítaca de lo sucedido. Odiseo decide rescatarlos y en el camino hacia la morada de Circe encuentra a Hermes (sí, sí, nuestro Mercurio) que le enseña cómo debe actuar para contrarrestar los maleficios de Circe. El de Ítaca siguiendo el consejo del dios que da nombre a este blog, consigue transcurrido un tiempo rescatar a sus compañeros y reemprender el periplo que le llevará de vuelta a casa.
A grandes rasgos éste sería el resumen del capítulo X de la Odisea. Fuente e inspiración de numerosos escritores. Uno de ellos el gran Julio Cortázar, entre cuyas obras nos encontramos un cuento titulado “Circe” que forma parte de una serie de cuentos que Cortázar publica bajo el título de “Bestiario” (1951) y que él mismo consideraba autoterapias de tipo psicoanalítico.
Sin duda analizar los puntos de conexión entre el mito griego y su presencia en el cuento de Cortázar es un trabajo que excede de una simple entrada en el blog. Pero no me resisto a realizar al menos un sencillo comentario sobre ciertos aspectos concordantes entre ambos relatos.
Me parece que el nexo de unión entre la Circe de Homero y la Delia (Circe) de Cortázar va más allá de la explícita alusión que indica el título para mostrarnos o al menos dejarnos entrever diferentes paralelismos contextuales. Y así queda latente en las dos narraciones el uso de la seducción femenina como señuelo para lograr el poder y la dominación, siempre envuelto en un ceremonial de exquisitez gastronómica: la Circe griega encandila, seduce a los compañeros de Odiseo y les ofrece un suculento banquete para “Después que se lo hubo ofrecido, les tocó con su varita y los encerró en las pocilga. Tenían la cabeza, la voz, el cuerpo y el pelambre del cerdo, pero su espíritu permaneció siendo el mismo. Y viéndose encerrados, lloraban y Circe les echó de comer bellotas… todo lo que comen los cerdos que se acuestan en el suelo”Asimismo Delia Mañara (la Circe de Cortázar) seduce y envenena a su novio Mario con delicados bombones y exóticos licores, a pesar de que semejantes manjares le producen una mezcla de placer y repulsión ...Mario sintió un raro malestar, una dulzura de abominable repugnancia . Preludio del momento en que Mario descubre el “relleno” de los alimentos formado por pedazos de animales, de insectos muertos.
Igualmente desde el principio llama nuestra atención el poder de someter a los animales que demuestran tanto Circe como Delia:
…Y en sus alrededores deambulaban lobos y leones, pues Circe los había domesticado administrándoles pérfidos brevajes… (Odisea, X)
…Un gato seguía a Delia, todos los animales se mostraban siempre sometidos a Delia, no se sabía si era cariño o dominación, le andaban cerca sin que ella los mirara…(Circe)
Finalmente es justo anotar que Cortázar tomando como base la leyenda mítica de Circe crea una narración que sobrepasa el concepto del mito para contarnos una historia sobrecogedora cuyo transfondo encontramos en las alteraciones psicológicas del escritor. Dato que manifestó el propio autor: « Cuando escribí Circe pasaba por una etapa de gran fatiga en Buenos Aires, porque quería recibirme de traductor público y estaba dando los exámenes uno tras otro… Hice toda la carrera de traductor público en ocho o nueve meses, lo que me resultó muy penoso. Me cansé y empecé a tener síntomas neuróticos; nada grave –no se me ocurrió ir al médico-, pero sumamente desagradable, porque me asaltan diversas fobias a cual más absurdas. Noté que cuando comía me preocupaba constantemente el temor de encontrar moscas o insectos en la comida. Comida, por lo demás, preparada en mi casa y a la que yo le tenía plena confianza. Pero una y otra vez me sorprendía a mí mismo en el acto de escarbar con el tenedor antes de cada bocado. Eso me dio la idea del
cuento, la idea de un alimento inmundo. Y cuando lo escribí, por cierto que sin proponérmelo como cura, descubrí que había obrado como un exorcismo porque me curó inmediatamente »

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