Ariadne, c. 1905
Herbert Draper (Londres,
1863-1920)
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El soneto dedicado a Ariadna fue escrito por Don Juan de
Arguijo (1567-1623), poeta sevillano perteneciente a nuestro ilustre Siglo de
Oro, en concreto lo adscribimos al Barroco español.
En su obra, no muy extensa ya que consta de
sesenta y siete sonetos, tres silvas, tres canciones, dos composiciones en
décimas y poco más, ocupan un lugar destacado los temas de contenido mitológico.
Arguijo poseía una indudable formación clásica.
Apreciamos en él la huella de Virgilio, Horacio, Séneca, Ovidio… Recreando
mitos grecorromanos como el de Sísifo, Tántalo, Dido y Eneas, Orfeo y Eurídice,
Ulises, Aquiles, Faetón, Hero y Leandro, etc.
Como les sucedió a tantos poetas de la época lamentablemente
no logró ver su obra publicada excepto alguna
incorporación en obras ajenas como las cinco composiciones que aparecen en las Flores de Pedro de Espinosa.
Un placer el poder leer hoy
la Poesía de Arguijo a la que sin duda volveremos.
SONETO XXIII
[A Ariadna, dejada
de Teseo]
“¿A quién me quejaré del cruel engaño,
árboles
mudos, en mi triste duelo?
¡Sordo
mar, tierra extraña, nuevo cielo,
fingido
amor, costoso desengaño!
Huye el pérfido autor de tanto daño,
y
quedo sola en peregrino suelo,
do
no espero a mis lágrimas consuelo;
que
no permite alivio mal tamaño”.
Dioses, si entre vosotros hizo alguno
de
un desamor ingrato amarga prueba,
vengadme,
os ruego, del Traidor Teseo.
Tal
se queja Ariadna en importuno
lamento
al cielo; y entretanto lleva
el
mar su llanto, el viento su deseo.
¿Recordamos brevemente el
mito?
Ariadna era hija de los reyes
cretenses Minos y Pasífae, por lo tanto medio hermana del Minotauro. Cuando Teseo
llega a Creta con la intención de adentrarse en el laberinto para derrotar al
monstruo, ella se enamora del príncipe ateniense.
Le ayuda a entrar y salir del laberinto (gracias al famoso ovillo de lana) a
cambio de que él la lleve consigo a Atenas. Teseo acepta. Tras acabar con la
vida del Minotauro embarcan juntos rumbo
al reino de Egeo pero se detienen en la isla de Naxos y allí mientras Ariadna
duerme Teseo la abandona.
Ya sabemos que los mitos
entretejen entre sí una tupida red de historias, de causas y efectos. Mucho podríamos
comentar de este mito y de las tramas paralelas que lo conforman pero dejémoslo
aquí. Tan solo apuntar que pronto cambiaría el destino de la joven Ariadna a la que aguardaba el amor del dios Dionisos. Pero esa ya es otra historia...