Umberto
Boccioni, La risata, 1911
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Que
la vida es breve, lo sabemos.
Que
la situación está más que complicada, lo sabemos.
Que
a menudo nos llueven los problemas como si fuese el diluvio universal, lo
sabemos.
Que
las cosas casi nunca son como quisiéramos que fueran, lo sabemos.
Que
este camino de Ítaca está sembrado de pequeñas piedrecitas que
incomprensiblemente se convierten en pedruscos ciclópeos, lo sabemos.
¿Y
qué hacemos, eh?
¿Nos flagelamos, nos lamentamos, pedimos a Zeus que nos fulmine
con su rayo? ¡Qué va! Mejor nos preparamos un buen desayuno, una lectura corta
pero divertida y salimos a la calle a disfrutar la mañana (así llueva a
cántaros, no importa) y… Carpe diem
como diría nuestro recordado Horacio.
Salutem!
87 - LUCILIO
“A uno grande”
El
gran Timómaco cabía en su casa de cinco brazas
cuando
se tumbaba cuan largo era en el suelo.
Pero
si alguna vez necesitaba levantarse, era preciso
que
sus esclavos al amanecer,
hiciesen
en el techo un agujero de cinco pies por cinco.
91 - LUCILIO
En
una caña clavó una raspa Estratónico, el flaco,
se
ató de un pelo y se ahorcó.
¿Y
qué pasó? Pues que no cayó por su propio peso
pelo
abajo, sino que por encima de allí,
aunque
no haya viento, su cadáver flota.
93 - LUCILIO
En
los átomos de Epicuro, una vez, Marco el flaco
hizo
un agujero con la cabeza y llegó hasta el centro.
94 - LUCILIO
Se
puso a tocar la trompeta, Marco el flaco,
y
no hizo más que soplar un poco:
De
cabeza, todo derecho, se fue al Hades.
95 - LUCILIO
El
pequeño Macrón estaba durmiendo un día de verano,
un
ratón lo encontró y lo arrastró del pequeño pie
hasta
su madriguera.
Pero
aquel en la ratonera, inerme, estranguló al ratón y dijo:
“Padre
Zeus, ¡aquí tienes a un segundo Heracles!”.
101 - LUCILIO
Demetrio
abanicaba durante su siesta a Artemidora
la
flaca y de la habitación… salió disparada.
104 - LUCILIO
Menéstrato
cabalgaba en una hormiga
como
si fuese un elefante;
de
repente, el desgraciado quedó tendido de espaldas.
Allí
recibió una coz, y, cuando llegó el momento crítico
dijo:
“Ay, Envidia, también así en su cabalgadura
murió
Faetón”.
108 - ANÓNIMO (JULIANO EMPERADOR)
Conón
mide dos codos, pero su mujer cuatro:
En
la cama, si juntan los pies,
mira
dónde se quedan los labios de Conón.
Lo que me habré reído con estas “joyas”. Si os han gustado
las encontraréis (y aún mejores) en Poemas
griegos de vino y burla. Antología Palatina, libro XI, Edición de Begoña
Ortega Villaro, Akal Clásica.
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