sábado, 30 de marzo de 2013

Epigramas griegos para comenzar el día de buen humor





Umberto Boccioni, La risata, 1911





Que la vida es breve, lo sabemos.

Que la situación está más que complicada, lo sabemos.

Que a menudo nos llueven los problemas como si fuese el diluvio universal, lo sabemos.

Que las cosas casi nunca son como quisiéramos que fueran, lo sabemos.

Que este camino de Ítaca está sembrado de pequeñas piedrecitas que incomprensiblemente se convierten en pedruscos ciclópeos, lo sabemos.

¿Y qué hacemos, eh? 

¿Nos flagelamos, nos lamentamos, pedimos a Zeus que nos fulmine con su rayo? ¡Qué va! Mejor nos preparamos un buen desayuno, una lectura corta pero divertida y salimos a la calle a disfrutar la mañana (así llueva a cántaros, no importa) y… Carpe diem como diría nuestro recordado Horacio.

Salutem!



87 - LUCILIO

“A uno grande”

El gran Timómaco cabía en su casa de cinco brazas
cuando se tumbaba cuan largo era en el suelo.
Pero si alguna vez necesitaba levantarse, era preciso
que sus esclavos al amanecer,
hiciesen en el techo un agujero de cinco pies por cinco.



91 - LUCILIO

En una caña clavó una raspa Estratónico, el flaco,
se ató de un pelo y se ahorcó.
¿Y qué pasó? Pues que no cayó por su propio peso
pelo abajo, sino que por encima de allí,
aunque no haya viento, su cadáver flota.



93 - LUCILIO

En los átomos de Epicuro, una vez, Marco el flaco
hizo un agujero con la cabeza y llegó hasta el centro.



 94 - LUCILIO

 Se puso a tocar la trompeta, Marco el flaco,
y no hizo más que soplar un poco:
De cabeza, todo derecho, se fue al Hades.



95 - LUCILIO

El pequeño Macrón estaba durmiendo un día de verano,
un ratón lo encontró y lo arrastró del pequeño pie
hasta su madriguera.
Pero aquel en la ratonera, inerme, estranguló al ratón y dijo:
“Padre Zeus, ¡aquí tienes a un segundo Heracles!”.



101 - LUCILIO

Demetrio abanicaba durante su siesta a Artemidora
la flaca y de la habitación… salió disparada.



104 - LUCILIO

 Menéstrato cabalgaba en una hormiga
como si fuese un elefante;
de repente, el desgraciado quedó tendido de espaldas.
Allí recibió una coz, y, cuando llegó el momento crítico
dijo: “Ay, Envidia, también así en su cabalgadura
murió Faetón”.




108 - ANÓNIMO (JULIANO EMPERADOR)

Conón mide dos codos, pero su mujer cuatro:
En la cama, si juntan los pies,
mira dónde se quedan los labios de Conón.




Lo que me habré reído con estas “joyas”. Si os han gustado las encontraréis (y aún mejores) en Poemas griegos de vino y burla. Antología Palatina, libro XI, Edición de Begoña Ortega Villaro, Akal Clásica.







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