viernes, 1 de febrero de 2013

Cavilando: Entre Rousseau y Jaeger





Foto: Michal Mackü





Ya ni recuerdo cuánto tiempo hacía que no os proponía una de esas ideas que alguna mente bien pensante escribió y que la fortuna caprichosa ha mantenido viva a lo largo de los años (o siglos, poco importa) para que reflexionemos sobre lo que parece ser el hombre y su circunstancia.  Sana gimnasia mental me parece esta así que recupero aquella vieja etiqueta del blog, “para pensar”.

Escribió Rousseau: “El hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado” (El contrato social).

¿Era el hombre al nacer un ser libre e independiente, sin ataduras sociales, sin “normas” y ha sido al desarrollar sus habilidades en eso que llamamos progreso donde se ha encadenado a su propio egoísmo, al deseo nunca satisfecho de poseer más, de dominar al otro?

¿Tal vez ese concepto de libertad inicial nunca ha existido ni existirá porque el hombre siempre será esclavo de sí mismo, de los demás?

¿Llegará el ser humano a autodestruirse en este proceso de degeneración que parece imparable?

Y si lo sabemos ¿por qué no aplicar los medios a nuestro alcance para paliar tanta injusticia y abuso social? ¿No es la Educación lo que puede hacer que el hombre consiga liberarse?
Llegados a este punto pienso en la Paideia de Jaeger o lo que es lo mismo en los ideales de la cultura griega que se basa en la formación del ciudadano para comprometerse, reflexionar, responsabilizarse, entender que las leyes son necesarias pero cuestionables. Formar ciudadanos que no seamos "sujetos pasivos" sino que dialoguemos, que nos impliquemos, que decidamos sobre la construcción de la sociedad que queremos.  

¿Si volvemos a nuestras raíces, a esa original creación de los griegos como fue la democracia y nos instruimos como ellos a través de la Tragedia nos convertiremos en personas más libres pero exigentes? ¿Será por eso que quienes nos gobiernan intentan eliminar esa enseñanza por miedo a que nos haga caer en cuenta de lo que verdaderamente está pasando y nos convirtamos en ciudadanos molestos, insumisos, exigentes  y por ello menos manejables?

¿Nos manipulan haciéndonos creer que debemos sin más  acatar y obedecer las reglas, atándonos a  un consumismo que está convirtiendo esta época en pura “vaciedad” e “insignificancia” como diría Castoríadis?

Finalmente, ¿no somos cada uno de nosotros culpables de permitir que nuestra libertad muera bajo esas cadenas que no vemos pero que de forma tan sutil nos esclavizan?





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