Caramba,
andábamos ayer navegando por las notas de Händel y su Rodrigo cuando recordé el poema que fray Luis de León le había
dedicado a este Rey que folgaba en la
ribera del Tajo… Dudé si incluirlo o no, al final me decidí por esta
segunda opción pero un tanto le debió de molestar al ilustre renacentista que
desde entonces no cesa de “aparecer” allá por dondequiera que mi mente deambula…
así que hoy toca fray Luis, jejeje.
Oda VII - Profecía del Tajo
Folgaba
el Rey Rodrigo 
con
la hermosa Cava en la ribera 
del
Tajo, sin testigo; 
el
río sacó fuera 
el
pecho, y le habló desta manera: 
«En
mal punto te goces, 
injusto
forzador; que ya el sonido 
oyo,
ya y las voces, 
las
armas y el bramido  
de
Marte, de furor y ardor ceñido. 
¡Ay!
esa tu alegría 
qué
llantos acarrea, y esa hermosa, 
que
vio el sol en mal día, 
a
España ¡ay cuán llorosa!, 
y
al cetro de los Godos ¡cuán costosa! 
Llamas,
dolores, guerras, 
muertes,
asolamientos, fieros males 
entre
tus brazos cierras, 
trabajos
inmortales 
a
ti y a tus vasallos naturales; 
a
los que en Constantina 
rompen
el fértil suelo, a los que baña 
el
Ebro, a la vecina 
Sansueña,
a Lusitaña: 
a
toda la espaciosa y triste España. 
Ya
dende Cádiz llama 
el
injuriado Conde, a la venganza 
atento
y no a la fama, 
la
bárbara pujanza, 
en
quien para tu daño no hay tardanza. 
Oye
que al cielo toca 
con
temeroso son la trompa fiera, 
que
en África convoca 
el
moro a la bandera 
que
al aire desplegada va ligera. 
La
lanza ya blandea 
el
árabe crüel, y hiere el viento, 
llamando
a la pelea; 
innumerable
cuento 
de
escuadras juntas veo en un momento. 
Cubre
la gente el suelo, 
debajo
de las velas desparece 
la
mar; la voz al cielo 
confusa
y varia crece; 
el
polvo roba el día y le escurece. 
¡Ay!,
que ya presurosos 
suben
las largas naves. ¡Ay!, que tienden 
los
brazos vigorosos 
a
los remos, y encienden 
las
mares espumosas por do hienden. 
El
Éolo derecho 
hinche
la vela en popa, y larga entrada 
por
el Hercúleo Estrecho 
con
la punta acerada 
el
gran padre Neptuno da a la armada. 
¡Ay,
triste! ¿y aun te tiene 
el
mal dulce regazo? ¿Ni llamado 
al
mal que sobreviene, 
no
acorres? ¿Ocupado, 
no
ves ya el puerto a Hércules sagrado? 
Acude,
acorre, vuela, 
traspasa
la alta sierra, ocupa el llano; 
no
perdones la espuela, 
no
des paz a la mano, 
menea
fulminando el hierro insano.» 
¡Ay,
cuánto de fatiga, 
ay,
cuánto de sudor está presente 
al
que viste loriga, 
al
infante valiente, 
a
hombres y a caballos juntamente! 
Y
tú, Betis divino, 
de
sangre ajena y tuya amancillado, 
darás
al mar vecino 
¡cuánto
yelmo quebrado, 
cuánto
cuerpo de nobles destrozado! 
El
furibundo Marte 
cinco
luces las haces desordena, 
igual
a cada parte; 
la
sexta, ¡ay!, te condena, 
¡oh,
cara patria!, a bárbara cadena.










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