sábado, 1 de septiembre de 2012

Ovidio: Hero y Leandro, una leyenda literaria




Hero y Leandro, William Etty, 1828


En un nuevo y sugerente recorrido por la literatura latina Navegando con Mercurio se detiene en la obra del gran poeta Ovidio, y más concretamente en las Heroidas o Carta de las heroínas porque allí encontramos una de las historias más puras de amor que nos ha legado la tradición clásica, la leyenda de Hero y Leandro.

Ovidio.  Nació en Sulmona en el año 43 a. C. y falleció en Tomi en el año 19 d. C.  Su creación se incluye dentro del género literario de la lirica y más concretamente de la elegía. Es Ovidio un poeta que canta al amor y a la vida. Como ya apuntó Bieler es el romano el primer poeta “moderno” (todo un cosmopolita, hombre seguro, urbano y liberal), podemos considerar su obra como un prototipo de las literaturas románicas, a las que en gran medida sirvió de modelo a partir de la francesa del siglo XII.
Ovidio se encontró en una Roma de bienestar económico, moderna,  culta, la Roma áurea de Augusto. Todo el pequeño cosmos que rodea a nuestro poeta parecía guardar un perfecto equilibrio hasta que en diciembre del año 8 d.C.  cuando contaba 51 años y se hallaba en la cumbre del éxito sufre el gran “desastre”  de su vida, es desterrado por el emperador Augusto a la áspera Tomi (actual Constanza, en Rumanía). La causa de tal castigo no está clara aunque parece ser guarda estrecha relación con el desagrado que produjo en el emperador la obra de Ovidio Ars amatoria o “Arte de amar” por considerar que la defensa del amor libre que favorecía esta obra iba en contra de la moral proclamada por Augusto. En este punto me parece conveniente señalar que Ovidio fue un escritor independiente, ajeno y alejado “del poder”, en esa época como lamentablemente en tantas otras la libertad debía pagar su atrevimiento.
La amargura del poeta por el destierro queda bien reflejada en su obra Tristes cuando leemos: “cuando vuelve a mi recuerdo la tristísima imagen de aquella noche en que viví los últimos momentos de mi estancia en Roma; cuando evoco la noche en que abandoné tantas cosas que me eran queridas, las lágrimas brotan de nuevo de mis ojos… mientras hablo y lloramos todos, resplandeciente en lo alto del cielo aparece la estrella matutina, se me arranca de allí no de otro como tal que si dejase mis miembros, y una parte de mi ser pareció se desgajaba de mi cuerpo”.  A pesar de los intentos del poeta por regresar a Roma nunca consiguió volver a la ciudad que tantos gozos le había proporcionado.
Paradójicamente será su solitaria y desolada estancia en Tomi la que  le lleve a su más fecunda creación literaria. 

Hero y Leandro. ¿Qué nos cuenta el mito de Hero y Leandro? En Sesto se celebra una celebración religiosa a la que acuden gran parte de los jóvenes de la zona. Entre ellos se encuentra el apuesto Leandro, de la población de Abido (en la Tróade, Asia) y la virtuosa Hero que vivía en Sesto (en Tracia, Europa); en cuanto Leandro detiene su mirada en la hasta entonces sensata e inocente Hero se ve inundado por la llama del amor, siendo igualmente correspondido con ferviente pasión. Sólo un obstáculo se interpone entre ellos, la joven sacerdotisa de la diosa Cipris (Afrodita) debía mantener su castidad. Por ello se ven obligados a ocultar su amor ante todos. Ambos viven separados por las aguas del Helesponto, lo cual parecía un obstáculo insuperable. ¿Cómo franquear las dos orillas? Leandro valiente por su amor decide cruzar nadando, noche tras noche, las aguas que les separan en tanto su amada ilumina el camino con una lámpara, símbolo manifiesto del amor y la esperanza. Así permanecen juntos hasta la llegada de la aurora cuando él de nuevo deba sumergirse en las aguas para regresar a Abido. De este modo consiguen los dos amantes vivir su amor hasta que la llegada del invierno agita turbulentamente las aguas que impiden a Leandro nadar hasta Hero, de nada sirven sus ruegos a Afrodita ni a Neptuno, ni siquiera Amor parece escuchar las súplicas de los enamorados.  Desesperado por no ver a su amada, Leandro decide arriesgar su vida y una noche se adentra en el mar, pero la tormenta que ha agitado con grandes olas las aguas le impide alcanzar su propósito. A la mañana siguiente Hero descubre en la orilla el cuerpo sin vida de Leandro y desolada decide suicidarse. Aquí termina la historia y comienza la leyenda.
Debemos dejar claro que en este caso Hero y Leandro no son propiamente personajes mitológicos. La leyenda de estos dos enamorados parece ser bastante antigua aunque quizás no anterior al siglo III a. C. posiblemente haya surgido después de la construcción del faro de Sesto.

Heroidas  o Carta de las Heroínas. Es este un libro ciertamente peculiar e interesante  tanto por la forma como por su contenido. Se trata de veintiuna cartas de amor divididas en dos colecciones de quince cartas simples y de seis cartas dobles. Las cartas están escritas por las heroínas de la mitología que escriben a sus amantes o esposos ausentes. Precisamente en esas dobles cartas hallamos las que aquí nos interesan, aquellas que se intercambian Hero y Leandro. La carta 18  la escribe Leandro a Hero afligido porque el fuerte temporal no le permite reunirse con ella; el joven recuerda los dulces momentos de amor junto a su amada. La carta 19 es la respuesta de Hero a Leandro, en ella la joven inquieta por la ausencia del efebo le reprocha que no vaya a su encuentro, pero dándose cuenta de su imprudencia le confiesa a Leandro el sueño que ha tenido donde él moría ahogado y ella no podría seguir viviendo; es el anuncio de su muerte y su unión ya inmortal en las aguas del Helesponto.
Es sin duda original Ovidio al escoger la forma epistolar para componer una obra que versa sobre el amor, si bien ya localizamos incipientes intentos en la elegía precedente. Destaca en las cartas el excelente retrato del alma de la mujer que nos ofrece Ovidio, sin duda un experto conocedor de la naturaleza femenina. Debemos además subrayar su interés y disposición en conseguir el goce y placer no sólo entre sus lectores masculinos sino y especialmente en sus seguidoras femeninas.
Los versos de las Heroidas, llenos de belleza y poesía constituyen un extraordinario canto al amor, a ese que es eterno e invencible pero siempre condenado a la infelicidad y la desdicha, lo que inevitablemente trae a nuestra mente el indudable eco de la epopeya y la tragedia griegas en este singular libro.

El mito de Hero y Leandro en la Literatura. Lejos está de mi intención abordar en profundidad la presencia de esta fábula en la Literatura, tarea ímproba y que excede en mucho la capacidad de este blog. No obstante veremos cómo esta historia de amor ha servido de inspiración a numerosos escritores, de épocas y estilos muy diferentes.
Ya Museo (siglo V d.C) había compuesto un hermoso poema en hexámetros dedicado a los amores de Hero y Leandro, Τὰ καθʹ Ἡρώ καὶ Λέανδρον. Los antecedentes son unos textos de época helenística recogidos en unos fragmentos papiráceos de época imperial. Os transcribo un fragmento original ya del final del poema de Museo en donde encontramos a Hero deseando encontrarse con Leandro, nerviosa y angustiada le busca por todas partes hasta que encuentra el cadáver de su amante, entonces decide quitarse la vida para permanecer por siempre unida a su amor.

………. …….παρὰ κρηπῖδα δὲ πύργου
δρυπτόμενον σπιλάδεσσιν ὅτ' ἔδρακε νεκρὸν ἀκοίτην,
δαιδαλέον ῥήξασα περὶ στήθεσσι χιτῶνα
ῥοιζηδὸν προκάρηνος ἀπ' ἠλιβάτου πέσε πύργου.
κὰδ δ' Ἡρὼ τέθνηκε σὺν ὀλλυμένῳ παρακοίτῃ.
ἀλλήλων δ' ἀπόναντο καὶ ἐν πυμάτῳ περ ὀλέθρῳ.


Aparecía ya la leyenda en Virgilio (Geórgicas, 3.257-263):

Quid iuvenis, magnun  cui  versat in  ossibus ignem
durus  amor?  nempe  abruptis  turbata  procellis
nocte  natat  caeca  serus freta,  quem  super  ingens
porta  tonat  caeli,  et scopulis  inlisa  reclamant
aequora;  nec  miseri possunt  revocare  parentes,
nec  moritura  super  crudeli funere  virgo.

¿De qué no es capaz el joven en cuyos huesos ha infundido su fuego un vehemente amor? Solo, en una noche oscura, cruza a nado el golfo revuelto por deshechas borrascas; encima de su cabeza truena la inmensa bóveda del cielo, y braman los mares, estrellándose en las peñas; y ni todo esto, ni los ruegos de sus afligidos padres, ni los de la virgen cuya miserable muerte ha de seguir a la suya, alcanzan que retroceda.


 También la encontramos en Horacio (Epist. 1.3. 3-5):

Thracane uos Hebrusque niuali compede uinctus,
an freta uicinas inter currentia turris,
an pingues Asiae campi collesque morantur?

¿Acaso la Tracia o el Hebreo encadenado por un cepo de hielo
o aquel estrecho que corre entre dos torres vecinas,
o los fértiles campos y collados de Asia os retienen?


Y en Estacio (Thebais  6.542-547). En la Tebaida el poeta refleja la imagen de ese joven, osado nadador, que lucha entre las aguas con la fuerza de sus brazos mientras le observan desde la alta torre con la llama de la lámpara a merced del viento.

Phrixei natat hic contemptor ephebus
aequoris et picta tralucet caerulus unda;
in latus ire manu mutaturusque uidetur
              bracchia, nec siccum speres in stamine crinem;                
contra autem frustra sedet anxia turre suprema
Sestias in speculis, moritur prope conscius ignis.



Marcial recogerá este mismo tema en su Liber de Spectaculis, 25.a, 25.b.  y Epigrammata 14.181):

XXV a

Quod nocturna tibi, Leandre, pepercerit unda
desine mirari: Caesaris unda fuit.

No te admires, Leandro, de que la ola de anoche
haya tenido consideración contigo: era una ola del césar.


XXXb

Cum peteret dulces audax Leandros amores
et fessus tumidis iam premeretur aquis,
sic miser instantes adfatus dicitur undas:
“Parcite dum propero, mergite cum redeo”.

Dirigiéndose el audaz Leandro hacia sus dulces amores
y, cansado, viéndose apurado por lo encrespado de las aguas,
 se dice que el desgraciado dirigió esta súplica a  las  amenazantes  olas:
“Perdonadme  cuando  tengo  prisa  por  llegar, sumergidme cuando vuelva”


CLXXXI   Leandros marmoreus.

Clamabat tumidis audax Leandros in undis:
 “Mergite me, fluctus, cum rediturus ero”.

Leandro en mármol
Clamaba  entre  las  olas  encrespadas  el  audaz  Leandro:
“sumergidme,  olas, cuando venga de regreso”


Dejamos el mundo clásico y nos trasladamos hasta el Siglo de Oro español (siglos XVI y XVII) donde recreamos nuestra mirada en los brillantes versos de aquellos ilustres escritores que de nuevo encontraron inspiración en los amores de Hero y Leandro. Comenzaremos por todo un ejemplo de caballero renacentista,  Garcilaso de la Vega. En su soneto XXIX nos encontramos el momento en que Leandro vencido por las olas les pide le permitan llegar a su destino, la orilla de Hero.

XXIX

Pasando el mar Leandro el animoso
en amoroso fuego todo ardiendo
esforzó el viento, y fuese embraveciendo
el agua con un ímpetu furioso.

Vencido del trabajo presuroso,
contrastar a las ondas no pudiendo,
y más del bien que allí perdía muriendo,
que de su propia vida congojoso,

como pudo esforzó su voz cansada,
y a las ondas habló desta manera,
mas nunca fue la voz dellas oída:

Ondas, pues no os escusa que yo muera,
dejadme allá legar, y a la tornada
vuestro furor esecutá en mi vida –.


Tras Garcilaso recogemos los versos de Francisco de Quevedo y Villegas:

Romance de Hero y Leandro

Esforzóse pobre luz
a contrahacer el Norte,
a ser piloto el deseo,
a ser farol una torre.

Atrevióse a ser aurora
una boca a media noche,
a ser bajel un amante,
y dos ojos a ser soles.

Embarcó todas sus llamas
el Amor en este joven
y caravana de fuego
navegó reinos salobres.

Nuevo prodigio del mar
le admiraron los tritones;
con centellas y no escamas,
el agua le desconoce.

Ya el mar le encubre enojado,
ya piadoso le socorre;
cuna de Venus le mece,
reino sin piedad le esconde.

Pretensión de mariposa
le descaminan los dioses;
intentos de salamandra
permiten que se malogren.

Si llora crece su muerte
que aún no le dejan que llore;
si ella suspira le aumenta,
vientos que le descomponen.

 Amó el estrecho de Abido;
juntaron vientos feroces
contra una vida sin alma
un ejército de montes.

Indigna hazaña del golfo,
siendo amenaza del orbe,
juntarse con un cuidado
para contrastar a un hombre.

Entre la luz y la muerte
la vista dudosa pone;
grandes volcanes suspira
y mucho piélago sorbe.   

Pasó el mar en un gemido
aquel espíritu noble;
ofensa le hizo Neptuno,
estrella le hizo Iove.

De los bramidos del Ponto
Hero formaba razones,
descifrando de la orilla
la confusión en sus voces.

Murió sin saber su muerte.
y expiraron tan conformes,
que sin verle muerto añadió
la ceremonia de golpe.

De piedad murió la luz,
Leandro murió de amores.
Hero murió de Leandro,
y amor de invidia murióse.


Y concluyo ya este apartado literario con un fragmento del poema que el escritor asturiano Antón de Marirreguera (siglo XVII)  dedica, en su propia lengua, a los amores de Hero y Leandro:
 
Fábula d´Hero y Lleandro 
De la segunda vez que la lluz mira ,
Arróxase á la mar sin facer cuenta
Que fola sobre fola allí satíra .
En medio lu coyó una gran tormenta
Y ño hay quian del se dolga anque sospira ;
Si se quier esforziar , ya lu fallenta
La fola y lu combate hácia la peña ,
Y al baxase'lu arrastra pe la areña .
Iba d' inchente el mar más que otres veces
Y debió de facello arredenmente :
Estaba tan sañudu , que los peces
Se escondienon entoncies de so frente
Por non poder sufrir les sos braveces .
Brama pel ríu arriba cual torrente ,
Y á la puerte dexando de so amada
Al triste ñadador , fai retirada .
Cuand' ella lu esperaba cuidadosa
Parez' i que la escucha na ribera :
Sospira y lluigo llega cariciosa ,
Y diz i : - " Pasiquín , vente á la vera "
Y como non respuende non reposa ,
Fasta q' al alba sal fecha una fiera ,
Y columbra el cadábre que moyado
Estaba á sos umbrales afogado.
 Fóise lluigo par' allí y conociólu :
Lloró en voz baxa , triste y aflixida ;
Llevantoi la cabeza y ximelgólu ,
Y quedó col dolor despavorida .
-Mil veces y otres mil dempués llamólu ,
Diciendo : -  ¿pa qué quiero yo esta vida ? "
Desesperada entós , como una lloca
Sobre elli s' arroxó desde una roca .
Ansí acabanon xuntos y abrazados ;
Que los que viven mal , en mal acaben .
Atrapólos la muerte descuidados ,
Cuando más á su salvo se gociaben .
¡ Tan triste ye el finar de enamorados
Que l' honra y el deber guardar non saben !
En un sepulcru xuntos los pusienon ,
Y so historia y so amor allí escribienon.








También la música se inspira en la leyenda