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| Hero y Leandro, William Etty, 1828 | 
En un nuevo y sugerente recorrido
por la literatura latina Navegando con
Mercurio se detiene en la obra del gran poeta Ovidio, y más concretamente
en las Heroidas o Carta de las heroínas porque allí
encontramos una de las historias más puras de amor que nos ha legado la
tradición clásica, la leyenda de Hero y Leandro.
Ovidio.  Nació en Sulmona en el año 43 a. C. y
  falleció en Tomi en el año 19 d. C.  Su
  creación se incluye dentro del género literario de la lirica y más
  concretamente de la elegía. Es Ovidio un poeta que canta al amor y a la vida.
  Como ya apuntó Bieler es el romano el primer poeta “moderno” (todo un
  cosmopolita, hombre seguro, urbano y liberal), podemos considerar su
  obra como un prototipo de las literaturas románicas, a las que en gran medida
  sirvió de modelo a partir de la francesa del siglo XII. 
Ovidio se encontró en una
  Roma de bienestar económico, moderna, 
  culta, la Roma áurea de Augusto. Todo el pequeño cosmos que rodea a nuestro poeta parecía guardar un perfecto equilibrio hasta que en diciembre del año 8
  d.C.  cuando contaba 51
  años y se hallaba en la cumbre del éxito sufre el gran “desastre”  de su vida, es desterrado por el emperador
  Augusto a la áspera Tomi (actual Constanza, en Rumanía). La causa de tal
  castigo no está clara aunque parece ser guarda estrecha relación con el
  desagrado que produjo en el emperador la obra de Ovidio Ars amatoria o “Arte de amar” por considerar que la defensa del
  amor libre que favorecía esta obra iba en contra de la moral proclamada por
  Augusto. En este punto me parece conveniente señalar que Ovidio fue un
  escritor independiente, ajeno y alejado “del poder”, en esa época como
  lamentablemente en tantas otras la libertad debía pagar su atrevimiento.  
La amargura del poeta por el
  destierro queda bien reflejada en su obra Tristes
  cuando leemos: “cuando vuelve a mi
  recuerdo la tristísima imagen de aquella noche en que viví los últimos
  momentos de mi estancia en Roma; cuando evoco la noche en que abandoné tantas
  cosas que me eran queridas, las lágrimas brotan de nuevo de mis ojos…
  mientras hablo y lloramos todos, resplandeciente en lo alto del cielo aparece
  la estrella matutina, se me arranca de allí no de otro como tal que si dejase
  mis miembros, y una parte de mi ser pareció se desgajaba de mi cuerpo”.  A pesar de los intentos del poeta por
  regresar a Roma nunca consiguió volver a la ciudad que tantos gozos le había
  proporcionado. 
Paradójicamente será su solitaria y desolada estancia en Tomi la que  le lleve a su más fecunda creación literaria. 
   
Hero y Leandro. ¿Qué nos cuenta el mito de Hero y Leandro? En Sesto se celebra una celebración
  religiosa a la que acuden gran parte de los jóvenes de la zona. Entre ellos se
  encuentra el apuesto Leandro, de la población de Abido (en la Tróade, Asia) y
  la virtuosa Hero que vivía en Sesto (en Tracia, Europa); en cuanto Leandro
  detiene su mirada en la hasta entonces sensata e inocente Hero se ve inundado
  por la llama del amor, siendo igualmente correspondido con ferviente pasión.
  Sólo un obstáculo se interpone entre ellos, la joven sacerdotisa de la diosa
  Cipris (Afrodita) debía mantener su castidad. Por ello se ven obligados a
  ocultar su amor ante todos. Ambos viven separados por las aguas del
  Helesponto, lo cual parecía un obstáculo insuperable. ¿Cómo franquear las dos
  orillas? Leandro valiente por su amor decide cruzar nadando, noche tras
  noche, las aguas que les separan en tanto su amada ilumina el camino con
  una lámpara, símbolo manifiesto del amor y la esperanza. Así permanecen juntos hasta la llegada de la
  aurora cuando él de nuevo deba sumergirse en las aguas para regresar a Abido.
  De este modo consiguen los dos amantes vivir su amor hasta que la llegada
  del invierno agita turbulentamente las aguas que impiden a Leandro nadar
  hasta Hero, de nada sirven sus ruegos a Afrodita ni a Neptuno, ni siquiera
  Amor parece escuchar las súplicas de los enamorados.  Desesperado por no ver a su amada, Leandro
  decide arriesgar su vida y una noche se adentra en el mar, pero la tormenta
  que ha agitado con grandes olas las aguas le impide alcanzar su propósito. A
  la mañana siguiente Hero descubre en la orilla el cuerpo sin vida de Leandro
  y desolada decide suicidarse. Aquí termina la historia y comienza la leyenda. 
Debemos dejar claro que en
  este caso Hero y Leandro no son propiamente personajes mitológicos. La
  leyenda de estos dos enamorados parece ser bastante antigua aunque quizás no
  anterior al siglo III a. C. posiblemente haya surgido después de la
  construcción del faro de Sesto. 
Heroidas  o Carta
  de las Heroínas. Es este un libro ciertamente peculiar e
  interesante  tanto por la forma como
  por su contenido. Se trata de veintiuna cartas de amor divididas en dos
  colecciones de quince cartas simples y de seis cartas dobles. Las cartas
  están escritas por las heroínas de la mitología que escriben a sus amantes o
  esposos ausentes. Precisamente en esas dobles cartas hallamos las que aquí
  nos interesan, aquellas que se intercambian Hero y Leandro. La carta 18  la
  escribe Leandro a Hero afligido porque el fuerte temporal no le permite
  reunirse con ella; el joven recuerda los dulces momentos de amor junto a su
  amada. La carta 19 es la respuesta de Hero a Leandro, en ella la joven inquieta por la ausencia del efebo le reprocha que no vaya a su encuentro, pero dándose cuenta
  de su imprudencia le confiesa a Leandro el sueño que ha tenido donde él moría
  ahogado y ella no podría seguir viviendo; es el anuncio de su muerte y su
  unión ya inmortal en las aguas del Helesponto. 
Es sin duda original
  Ovidio al escoger la forma epistolar para componer una obra que versa sobre
  el amor, si bien ya localizamos incipientes intentos en la elegía precedente.
  Destaca en las cartas el excelente retrato del alma de la mujer que nos
  ofrece Ovidio, sin duda un experto conocedor de la naturaleza femenina. Debemos
  además subrayar su interés y disposición en conseguir el goce y placer no
  sólo entre sus lectores masculinos sino y especialmente en sus seguidoras
  femeninas. 
Los versos de las Heroidas, llenos de belleza y poesía constituyen
  un extraordinario canto al amor, a ese que es eterno e invencible pero
  siempre condenado a la infelicidad y la desdicha, lo que inevitablemente trae
  a nuestra mente el indudable eco de la epopeya y la tragedia griegas en este
  singular libro. 
El mito
  de Hero y Leandro en la Literatura. Lejos está de mi
  intención abordar en profundidad la presencia de esta fábula en la
  Literatura, tarea ímproba y que excede en mucho la capacidad de este blog. No
  obstante veremos cómo esta historia de amor ha servido de inspiración a
  numerosos escritores, de épocas y estilos muy diferentes. 
Ya Museo (siglo V d.C) había
  compuesto un hermoso poema en hexámetros dedicado a los amores de Hero y
  Leandro, Τὰ καθʹ Ἡρώ καὶ Λέανδρον. Los
  antecedentes son unos textos de época helenística recogidos en unos
  fragmentos papiráceos de época imperial. Os transcribo un fragmento original
  ya del final del poema de Museo en donde encontramos a Hero deseando
  encontrarse con Leandro, nerviosa y angustiada le busca por todas partes
  hasta que encuentra el cadáver de su amante, entonces decide quitarse la vida
  para permanecer por siempre unida a su amor. 
………. …….παρὰ κρηπῖδα δὲ πύργου 
δρυπτόμενον σπιλάδεσσιν ὅτ' ἔδρακε
  νεκρὸν ἀκοίτην, 
δαιδαλέον ῥήξασα περὶ στήθεσσι χιτῶνα 
ῥοιζηδὸν προκάρηνος ἀπ' ἠλιβάτου πέσε
  πύργου. 
κὰδ δ' Ἡρὼ τέθνηκε σὺν ὀλλυμένῳ
  παρακοίτῃ. 
ἀλλήλων δ' ἀπόναντο καὶ ἐν πυμάτῳ περ
  ὀλέθρῳ. 
Aparecía ya la leyenda en Virgilio (Geórgicas, 3.257-263): 
Quid
  iuvenis, magnun  cui  versat in 
  ossibus ignem 
durus  amor? 
  nempe  abruptis  turbata 
  procellis 
nocte  natat 
  caeca  serus freta,  quem 
  super  ingens 
porta  tonat 
  caeli,  et scopulis  inlisa 
  reclamant 
aequora;  nec 
  miseri possunt  revocare  parentes, 
nec 
  moritura  super  crudeli funere  virgo. 
¿De
  qué no es capaz el joven en cuyos huesos ha infundido su fuego un vehemente
  amor? Solo, en una noche oscura, cruza a nado el golfo revuelto por deshechas
  borrascas; encima de su cabeza truena la inmensa bóveda del cielo, y braman
  los mares, estrellándose en las peñas; y ni todo esto, ni los ruegos de sus
  afligidos padres, ni los de la virgen cuya miserable muerte ha de seguir a la
  suya, alcanzan que retroceda. 
 También la
  encontramos en Horacio (Epist. 1.3.
  3-5): 
Thracane uos Hebrusque niuali
  compede uinctus, 
an freta uicinas inter currentia turris, an pingues Asiae campi collesque morantur? 
¿Acaso
  la Tracia o el Hebreo encadenado por un cepo de hielo 
o
  aquel estrecho que corre entre dos torres vecinas, 
o
  los fértiles campos y collados de Asia os retienen? 
Y en Estacio (Thebais  6.542-547).  
Phrixei natat hic contemptor ephebus 
aequoris et picta tralucet caerulus unda; in latus ire manu mutaturusque uidetur bracchia, nec siccum speres in stamine crinem; contra autem frustra sedet anxia turre suprema Sestias in speculis, moritur prope conscius ignis. 
Marcial recogerá este mismo tema en su Liber de Spectaculis, 25.a, 25.b.  y Epigrammata
  14.181): 
XXV a 
Quod
  nocturna tibi, Leandre, pepercerit unda 
desine
  mirari: Caesaris unda fuit. 
No te admires, Leandro, de que la
  ola de anoche  
haya tenido consideración contigo:
  era una ola del césar. 
XXXb 
Cum
  peteret dulces audax Leandros amores 
et
  fessus tumidis iam premeretur aquis, 
sic
  miser instantes adfatus dicitur undas: 
“Parcite
  dum propero, mergite cum redeo”. 
Dirigiéndose el audaz Leandro hacia
  sus dulces amores  
y, cansado, viéndose apurado por lo
  encrespado de las aguas, 
 se dice que el desgraciado dirigió esta
  súplica a  las  amenazantes 
  olas:  
“Perdonadme  cuando 
  tengo  prisa  por 
  llegar, sumergidme cuando vuelva” 
CLXXXI   Leandros
  marmoreus. 
Clamabat
  tumidis audax Leandros in undis: 
“Mergite me, fluctus, cum rediturus ero”. 
Leandro en mármol 
Clamaba  entre 
  las  olas  encrespadas 
  el  audaz  Leandro:  
“sumergidme,  olas, cuando venga de regreso” 
Dejamos el mundo clásico y nos trasladamos
  hasta el Siglo de Oro español (siglos XVI y XVII) donde recreamos nuestra
  mirada en los brillantes versos de aquellos ilustres escritores que de nuevo
  encontraron inspiración en los amores de Hero y Leandro. Comenzaremos por todo
  un ejemplo de caballero renacentista,  Garcilaso de la Vega. En su soneto XXIX nos
  encontramos el momento en que Leandro vencido por las olas les pide le
  permitan llegar a su destino, la orilla de Hero.  
XXIX 
Pasando
  el mar Leandro el animoso 
en
  amoroso fuego todo ardiendo 
esforzó
  el viento, y fuese embraveciendo 
el agua
  con un ímpetu furioso. 
Vencido
  del trabajo presuroso, 
contrastar
  a las ondas no pudiendo, 
y más
  del bien que allí perdía muriendo, 
que de
  su propia vida congojoso, 
como
  pudo esforzó su voz cansada, 
y a las
  ondas habló desta manera, 
mas
  nunca fue la voz dellas oída: 
Ondas,
  pues no os escusa que yo muera, 
dejadme
  allá legar, y a la tornada 
vuestro
  furor esecutá en mi vida –. 
Tras Garcilaso recogemos los versos de Francisco de
  Quevedo y Villegas: 
Romance de Hero y Leandro 
Esforzóse
  pobre luz  
a
  contrahacer el Norte,  
a ser
  piloto el deseo,  
a ser
  farol una torre.  
Atrevióse
  a ser aurora  
una boca
  a media noche,  
a ser
  bajel un amante,  
y dos
  ojos a ser soles.  
Embarcó
  todas sus llamas  
el Amor
  en este joven  
y
  caravana de fuego  
navegó
  reinos salobres.  
Nuevo
  prodigio del mar  
le
  admiraron los tritones;  
con
  centellas y no escamas,  
el agua
  le desconoce.  
Ya el
  mar le encubre enojado,  
ya
  piadoso le socorre;  
cuna de
  Venus le mece,  
reino
  sin piedad le esconde. 
Pretensión
  de mariposa  
le
  descaminan los dioses;  
intentos
  de salamandra  
permiten
  que se malogren.  
Si llora
  crece su muerte  
que aún
  no le dejan que llore;  
si ella
  suspira le aumenta,  
vientos
  que le descomponen.  
 Amó el estrecho de Abido;  
juntaron
  vientos feroces  
contra
  una vida sin alma  
un
  ejército de montes.  
Indigna
  hazaña del golfo,  
siendo
  amenaza del orbe,  
juntarse
  con un cuidado  
para
  contrastar a un hombre.  
Entre la
  luz y la muerte  
la vista
  dudosa pone;  
grandes
  volcanes suspira  
y mucho
  piélago sorbe.     
Pasó el
  mar en un gemido  
aquel
  espíritu noble;  
ofensa
  le hizo Neptuno,  
estrella
  le hizo Iove.  
De los
  bramidos del Ponto  
Hero
  formaba razones,  
descifrando
  de la orilla  
la
  confusión en sus voces.  
Murió
  sin saber su muerte.  
y
  expiraron tan conformes,  
que sin
  verle muerto añadió  
la
  ceremonia de golpe.  
De
  piedad murió la luz,  
Leandro
  murió de amores.  
Hero
  murió de Leandro,  
y amor
  de invidia murióse. 
Y concluyo ya este apartado literario con un fragmento
  del poema que el escritor asturiano Antón de Marirreguera (siglo XVII)  dedica, en su propia lengua, a los amores de
  Hero y Leandro: 
 
Fábula d´Hero y Lleandro 
De la
  segunda vez que la lluz mira , 
Arróxase á
  la mar sin facer cuenta 
Que fola
  sobre fola allí satíra .  
En medio lu
  coyó una gran tormenta  
Y ño hay
  quian del se dolga anque sospira ; 
Si se quier
  esforziar , ya lu fallenta  
La fola y
  lu combate hácia la peña ,  
Y al
  baxase'lu arrastra pe la areña . 
Iba d'
  inchente el mar más que otres veces  
Y debió de
  facello arredenmente : 
Estaba tan
  sañudu , que los peces  
Se
  escondienon entoncies de so frente  
Por non
  poder sufrir les sos braveces .  
Brama pel
  ríu arriba cual torrente ,  
Y á la
  puerte dexando de so amada  
Al triste
  ñadador , fai retirada . 
Cuand' ella
  lu esperaba cuidadosa  
Parez' i
  que la escucha na ribera : 
Sospira y
  lluigo llega cariciosa ,  
Y diz i : -
  " Pasiquín , vente á la vera "  
Y como non
  respuende non reposa ,  
Fasta q' al
  alba sal fecha una fiera ,  
Y columbra
  el cadábre que moyado  
Estaba á
  sos umbrales afogado. 
 Fóise lluigo par' allí y conociólu : 
Lloró en
  voz baxa , triste y aflixida ;  
Llevantoi
  la cabeza y ximelgólu ,  
Y quedó col
  dolor despavorida .  
-Mil veces
  y otres mil dempués llamólu ,  
Diciendo :
  -  ¿pa qué quiero yo esta vida ? "
   
Desesperada
  entós , como una lloca  
Sobre elli
  s' arroxó desde una roca . 
Ansí
  acabanon xuntos y abrazados ;  
Que los que
  viven mal , en mal acaben .  
Atrapólos
  la muerte descuidados ,  
Cuando más
  á su salvo se gociaben . 
¡ Tan
  triste ye el finar de enamorados  
Que l'
  honra y el deber guardar non saben !  
En un
  sepulcru xuntos los pusienon ,  
Y so
  historia y so amor allí escribienon. 
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También la música se inspira en la leyenda
