En nuestro caminar por la Historia de La Hélade nos encontramos con la etapa clásica (s.V-IV a.C.) en la que destacamos la figura del estadista ateniense Pericles y su propósito: hacer de Atenas la mejor polis de Grecia y del mundo. Para ello levantó fortificaciones, construyó una poderosa armada... y edificó impresionantes templos, uno de ellos lo encontramos en la Acrópolis de Atenas, es el Partenón, sin duda el edificio más importante de la Historia.
Si queréis seguir al detalle la evolución histórica de este templo (en la Edad Media se convirtió en Iglesia Cristiana, luego en mezquita turca, después en polvorín y en el s. XIX fue saqueado por Lord Elgin) podéis leer el siguiente enlace:
En él os encontraréis el poema de Lord Byron, The Curse of Minerva en el que el poeta declara su menosprecio y repugnancia por el embajador inglés Elgin, el mismo que en el siglo XIX fue culpable de uno de los atracos más vergonzosos de la historia cuando aprovechándose de su poder asaltó la Acrópolis de Atenas llegando a arrancar las esculturas que quedaban del Partenón para llevarlas al Museo Británico y así aumentar la colección del mismo, repleto de los expolios y los saqueos que los ingleses han realizado a diferentes civilizaciones (en especial al pueblo griego) por lo que con toda justicia y para su vergüenza, se dice que es el museo que posee mayor colección de “Reliquias saqueadas” del mundo. Un “ilustrativo” fragmento del poema de Lord Byron:
me anuncia que eres inglés, nombre de un pueblo otrora honroso;
primero entre los poderosos, el más destacado de los libres,
ahora honrado menos por todos, y por mí aún menos:
pues desde ahora Palas será, de tus enemigos, el primero.
¿Buscas el motivo de tanto desprecio? Mira a tu alrededor.
¡Helo aquí! Sobreviviendo a la guerra y el fuego consumidor,
he visto perecer una tiranía tras otra.
De los turcos y los godos, escapó de los estragos,
y tu país envía a un expoliador peor que ambos.
Contempla este templo, vacío, profanado;
vuelve a contar los vestigios que aún quedan, destrozados:
Cécrope colocó éstos, éste lo ornó Pericles,
y cuando la Ciencia decaía, aquél lo alzó Adriano.
La gratitud dé fe de otras deudas que agradezco –
mas sabe: Elgin y Alarico… hicieron el resto.
Para que todos sepan la procedencia del saqueador,
un muro ofendido reza su nombre odioso:
así, por la fama de Elgin, Palas suplica agradecida,
¡abajo, su nombre – contemplad sus acciones, arriba!
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«Oh, que te repugnen en vida y no perdonen a tus cenizas,
¡que el odio persiga su sacrílega codicia!
Vinculado al insensato que incendió el templo de Éfeso,
mucho más allá de la tumba la venganza le persiga,
y brillen los nombres de Eróstrato y Elgin
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