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sábado, 22 de marzo de 2014

Hoy hablamos de Historia. La Península Ibérica en los escritores griegos y romanos. Sobre la derrota de los astures.



© Amelia G. Suárez



















Descubrir la Historia es aprender a conocernos mejor a nosotros mismos. Para saber quiénes somos es necesario que entendamos de dónde venimos, y para ello disponemos de diferentes recursos.

¿Cómo eran los pueblos que habitaban la Península Ibérica en la Antigüedad? Gracias a las referencias que aparecen en escritores griegos y romanos disponemos de una inestimable información sobre los diferentes territorios e indígenas que poblaban estas tierras desde la etapa que conocemos como Protohistoria. Si bien es justo reconocer que en ocasiones no resulta fácil discernir entre mito, leyenda y realidad. 

Ya en Homero, Hesíodo y Estesícoro encontramos las más antiguas aunque imprecisas y  legendarias narraciones sobre las tierras de la Península Ibérica conocidas entre los griegos de los siglos VIII, VII, VI a.C. como lugares lejanos pero de incalculable riqueza, así se recoge en la descripción de los viajes de Heracles y el episodio de los míticos rebaños de Gerión, o la monarquía de Gárgoris y Habis.  Pero será Rufo Festo Avieno (Etruria, finales siglo IV a. C.) y su memorable Ora Marítima el primer autor que realice una descripción ponderada de la costa mediterránea peninsular al tiempo que emplea el término “Híberos” puesto que los griegos habrían denominado Iberia a la zona habitada por los Tartesios.

Junto con Avieno nos encontraremos otros escritores grecorromanos de suma importancia por los datos que aportan sobre nuestra Península: Polibio, Heródoto, Estrabón, Pomponio Mela, Plinio El viejo, etc. pero a ellos volveremos, si el tiempo me lo permite, en futuras entradas. Porque ahora quiero centrar el tema en los pueblos norteños, especialmente en los astures. Ya Estrabón (63 a.C. - 21 a.C.) en su Geografía escribió  sobre ellos: "Aquí hay un pueblo de gran fuerza, de ánimo levantado, de eficaz habilidad, dominando a todos la pasión por el comercio; con barcas de pieles cosidas surcan valerosamente el turbio mar y el abismo del Océano lleno de monstruos; pues ellos no supieron construir sus naves con madera de pino ni de acebo, ni tampoco con el abeto curvaban las barcas como es costumbre sino que, cosa digna de admiración, siempre construían las naves con pieles unidas, recorriendo con frecuencia sobre tal cuero el vasto mar".

Tras el geógrafo e historiador griego será Floro el segundo autor que haga referencia a los astures como uno de los  dos pueblos más fuertes de Hispania (junto a cántabros), gentes con un valor y sentido de la libertad extraordinarios que les hizo oponer feroz resistencia a la dominación romana lo que obligó al propio emperador Augusto a venir personalmente a tierras hispanas para enfrentarse a aquellos valerosos norteños que tantos problemas estaban acarreando al todopoderoso Imperio Romano. Bien, pues ahora os propongo la lectura y comentario de un fragmento de este historiador romano en el que relata la derrota de los astures.


“Durante esta misma época los astures, formando una enorme columna, habían bajado de sus nevadas montañas. Su ataque no se lanzó a la ligera, al menos para los bárbaros, sino que después de haber establecido su campamento a orillas del río Astura y dividido sus fuerzas en tres grupos, se disponen a atacar a un mismo tiempo tres campamentos romanos. La lucha contra enemigos tan valerosos, cuya llegada había sido tan rápida y tan bien concertada, habría sido dudosa y sangrienta, si los bringuecinos no les hubiesen traicionado y hubieran avisado a Carisio (el legado romano). Supuso para nosotros una victoria el haber impedido sus proyectos, sin poder evitar, en cualquier caso, una lucha sangrienta. El resto del ejército (astur), en retirada, fue acogido en la ciudad de Lancia, muy fortificada, donde la disposición de los lugares hizo la lucha tan encarnizada que, después de la toma de la ciudad, los soldados (romanos) reclamaban antorchas para quemarla, y su general a duras penas pudo salvarla, asegurándose que la ciudad acogería mejor la victoria romana si estaba intacta, que si era incendiada. Tal fue el final de las campañas de Augusto y también de la revuelta de Hispania; su fidelidad fue asegurada al punto, lo mismo que una paz eterna, gracias al cambio sobrevenido en el temperamento mismo de sus habitantes, desde entonces más dispuestos a llevar una vida pacífica, así como a las medidas de Augusto.
Temiendo la confianza que les inspiraban sus montes, refugio seguro para ellos, (Augusto) les obligó a habitar y vivir en el emplazamiento de su campamento, puesto que estaba en el llano: allí se celebraría la asamblea de la nación y deberían conservar ese lugar como capital. Estas medidas se veían favorecidas por la naturaleza del país: toda la región vecina contenía efectivamente oro, malaquita, minio y abundancia de otros productos. En consecuencia, Augusto ordenó que se explotase el suelo: así, los astures, esforzándose en trabajar la tierra para el provecho de otros, comenzaron a conocer sus propios recursos y riquezas.”

Sobre la derrota de los astures. Floro II, 33, 54-60



Comentario.

Nos encontramos ante un texto historiográfico escrito por Lucio Anneo Floro (siglo I-II d. C), historiador romano y autor de Epítome, un compendio de la historia de Roma en cuyas páginas encontramos diferentes referencias a Hispania, especialmente interesante en cuanto que el autor relaciona la Península con el destino de Roma.
En su obra Floro reseña, entre otros episodios, los acaecidos durante las denominadas Guerras Cántabras (29-19 a.C.), esto es, los enfrentamientos bélicos que Augusto entabló contra astures y cántabros, una larga campaña de  conquista que dirigió personalmente con  la que completó el sometimiento del territorio de la Península Ibérica. Estas Guerras ya habían sido descritas por otro historiador romano, Tito Livio, persona cercana al círculo del emperador Augusto. Lamentablemente no disponemos de este relato de Tito Livio más que a través de los resúmenes que del mismo realizó Floro en su trabajo. Por lo tanto el texto objeto de este comentario pertenece a una época claramente posterior a la de los hechos narrados.
Si bien la obra en que se incluye el fragmento Sobre la derrota de los astures tiene un marcado carácter histórico y está escrita para un público general debemos recordar que Floro quiere transmitir a modo de panegírico las proezas, la gloria de Octavio Augusto el hombre que creó un nuevo régimen político en la Historia de Roma, el Imperio. Significativo que en el texto el autor muestre su parcialidad al considerarse integrante del bando vencedor (supuso para nosotros una victoria el haber impedido sus proyectos…) con todo lo que ello supone de subjetividad.
El texto. La idea principal que extraemos de su lectura es que el episodio bélico entre astures y romanos supuso la victoria de Augusto y con ella la derrota de uno de los pueblos que más tenazmente se habían resistido a la dominación romana, así pues toda Hispania queda bajo el control del César.
Floro detalla los enfrentamientos entre ambos bandos destacando el valor de los astures y la buena estrategia seguida al planear un ataque simultáneo sobre los tres campamentos romanos posiblemente ubicados en distintos tramos del río Astura (el centro de operaciones de los romanos y base de un importante contingente de tropas estaba asentado en el enclave de Asturica Augusta, Astorga).
Siguiendo la narración del historiador el factor que decantó la victoria a favor de Carisio, legado de Augusto en Lusitana, fue la traición de los bringuecinos al delatar los planes astures. Deducimos por sus palabras que la lucha entre ambos bandos debió ser muy dura, extremadamente cruenta.
En cuanto a los escenarios concretos de los combates no existe un consenso entre los investigadores. Sobre los lugares que se mencionan en el texto y considerando que los astures ocupaban más o menos parte del territorio de la actual Asturias, León y Zamora, podemos situar las nevadas montañas de las que descendían los astures en los Montes de León, en tanto que el mencionado campamento astur a orillas del río Astura podría corresponder al actual río Esla y la ciudad de Lancia, refugio de los astures en su retirada, estaría relacionada con el castro de Las Labradas situado en el municipio de Arrabalde en Zamora. El territorio de los bringuecinos sería el actual Benavente.
Una vez derrotados los astures,  los romanos queman los castros, matan o esclavizan a los hombres al tiempo que les obligan a abandonar las montañas y asentarse en ciudades con guarniciones romanas. Estas medidas sirvieron para terminar con las revueltas pero no debemos olvidar que en estas zonas pervivieron costumbres y usos ancestrales porque el proceso de asimilación de la cultura romana fue más superficial que en otros lugares de Hispania.
En cuanto a los intereses romanos en la región de los astures son varios. En primer lugar recordemos los  motivos personales y de interés político de Augusto puesto que le convenía sumar a su ilustre carrera militar la victoria sobre un pueblo extranjero lo que elevaría su prestigio en la propia Roma. De ahí que ante las incursiones y sabotajes cántabros y astures sobre los pueblos ya romanizados decidiese entablar las luchas contra los rebeldes. Con ellas conseguiría además evitar focos de sublevación e independencia. A estos intereses políticos debemos añadir los económicos pues esta zona geográfica poseía ricos yacimientos  de oro que contribuyeron a mejorar la economía del Imperio. De hecho Floro alude explícitamente en el texto a la riqueza de la región en oro, malaquita, minio y otros productos. Motivo del que se sirve para realzar la figura de Augusto al recordarnos que gracias a su idea de explotar el suelo los astures habían conocido las riquezas de su propia tierra.


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