Calliope . 1869. Giuseppe Fagnani
(Vía Books and Art, Tumblr)
|
Todos conocemos a
don Miguel de Cervantes como el célebre autor de la novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Este reconocimiento
como prosista ha eclipsado al Cervantes poeta aunque su obra en verso es
bastante extensa. Incluso entre las gentes de su tiempo parece que no suscitaba
demasiado entusiasmo como él mismo reconocía en un terceto de Viaje al Parnaso si bien en sus palabras percibimos cierto tono irónico.
Yo, que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo.
La preceptiva
poética de Cervantes era la propia de su época. En el capítulo XVI de la
segunda parte de Don Quijote se
plantea el problema familiar de un hidalgo cuyo hijo negándose a estudiar leyes
se decide por la poesía, ante esta situación Cervantes responde a través del hidalgo
y nos da su visión del para qué sirve
la poesía. Afirma que si bien es menos útil que deleitable
(referencia directa a Horacio) sin embargo es conveniente dejar que el muchacho
siga sus inclinaciones personales, negar a alguien su afición no es lo más
conveniente. Además observamos una concepción un tanto elitista de la lírica cuando determina que no es de agrado que el
vulgo toque la poesía y por vulgo no solo se refiere a la plebe sino a
príncipes y todos los que no la saben apreciar ni entender. Menciona también el carácter inmanente, innato de la poesía que tanto recuerda a la concepción
poética de los posteriores románticos. La poesía en función de la moralidad (si
es buena es decorosa y honorable).
En la producción
poética cervantina destacan dos poemas mayores, el Canto de Calíope incluido en
La Galatea y el Viaje al Parnaso (veinte años distan entre una composición y
otra).
La Galatea es una
novela de tipo pastoril cuyo eje central son los amores de dos pastores, Elicio
y Galatea, al que se yuxtapone otras historias amorosas ya secundarias. Pues
bien en La Galatea aparece Calíope para decirnos quién es y en qué
consiste su oficio. Momento en el que Cervantes entona un canto a la musa donde
evoca los poetas más destacados de su época.
(Recordemos que Zeus
y Mnemosine tuvieron nueve hijas, las nueve musas, a saber: Calíope, Clío,
Erato, Euterpe, Melpómene, Polimnia, Talía, Terpsícore y Urania, bajo cuyo
amparo se cobijan las Artes).
… Porque no quiero
teneros colgados del deseo de saber quién yo sea, sabed, discretos pastores y
bellas pastoras que yo soy una de las
nueve doncellas que en las altas y sagradas cumbres del Parnaso tienen su
prospria y conoscida morada. Mi nombre
es Calíope; mi oficio y condición es favorescer y ayudar a los divinos
espíritus, cuyo loable ejercicio es ocuparse en la maravillosa y jamás como
debe alabada sciencia de la poesía. Yo soy la que hice cobrar eterna fama al
antiguo ciego natural de Esmirna, por él solamente famosa; la que hará vivir el
mantuano Títiro por todos los siglos venideros, hasta que el tiempo se acabe; y
la que hace que se tengan en cuenta, desde la pasada hasta la edad presente,
los es criptos tan ásperos como discretos del antiquísimo Enio. En fin, soy
quien favoresció a Catulo, la que nombró a Horacio, eternizó a Propercio, y soy
la que con inmortal fama tiene conservada la memoria del conoscido Petrarca, y
la que hizo bajar a los escuros infiernos y subir a los claros cielos al famoso
Dante. Soy la que ayudó a tejer al divino Ariosto la variada y hermosa tela que
compuso; la que en esta patria vuestra tuvo familiar amistad con el agudo
Boscán y con el famoso Garcilaso, con el docto y sabio Castillejo y el
artificioso Torres Naharro, con cuyos ingenios, y con los frutos dellos, quedó
vuestra patria enriquescida y yo satisfecha. Yo soy la que moví la pluma del
celebrado Aldana, y la que no dejó jamás el lado de don Fernando de Acuña, y la
que me precio de la estrecha amistad y conversación que siempre tuve con la
bendita alma del cuerpo que en esta sepultura yace, cuyas obsequias, por
vosotros celebradas, no sólo han alegrado su espíritu, que ya por la región
eterna se pasea, sino que a mí me han satisfecho de suerte que, forzada, he
venido a agradeceros tan loable y piadosa costumbre como es la que entre
vosotros se usa; y así, os prometo, con las veras que de mi virtud pueden
esperarse, que en pago del beneficio que a las cenizas de nú querido y amado
Meliso habéis hecho, de hacer siempre que en vuestras riberas jamás falten
pastores que en la alegre sciencia de la poesía a todos los de las otras
riberas se aventajen; favoresceré ansimesmo siempre vuestros consejos, y guiaré
vuestros entendimientos, de manera que nunca deis torcido voto cuando decretéis
quién es merescedor de enterrarse en este sagrado valle; porque no será bien
que, de honra tan particular y señalada, y que sólo es merescida de los blancos
y canoros cisnes, la vengan a gozar los negros y roncos cuervos.. Y así, me
parece que será bien datos alguna noticia agora de algunos señalados varones
que en esta vuestra España viven, y algunos en las apartadas Indias a ella
subjetas; los cuales, si todos o alguno dellos su buena ventura le trujere a
acabar el curso de sus días en estas riberas, sin duda alguna le podéis
conceder sepultura en este famoso sitio. Junto con esto, os quiero advertir que
no entendáis que los primeros que nombrare son dignos de más honra que los
postreros, porque en esto no pienso guardar orden alguna: que, puesto que yo
alcanzo la diferencia que el uno al otro y los otros a los otros hacen, quiero
dejar esta declaración en duda, porque vuestros ingenios en entender la
diferencia de los suyos tengan en qué ejercitarse, de los cuales darán
testimonio sus obras. Irélos nombrando como se me vinieren a la memoria, sin
que ninguno se atribuya a que ha sido favor que yo le he hecho en haberme
acordado dél primero que de otro; porque, como digo, a vosotros, discretos
pastores, dejo que después les deis el lugar que os paresciere que de justicia
se les debe. Y, para que con menos pesadumbre y trabajo a mi larga relación
estéis atentos, haréla de suerte que sólo sintáis disgusto por la brevedad
della.
Calló diciendo
esto la bella ninfa, y luego tomó una arpa que junto a sí tenía, que hasta
entonces de ninguno había sido vista; y, en comenzándola a tocar, parece que
comenzó a esclarecerse el cielo, y que la luna, con nuevo y no usado
resplandor, alumbraba la tierra; los árboles, a despecho de un blando céfiro
que soplaba, tuvieron quedas las ramas; y los ojos de todos los que allí
estaban no se atrevían a abajar los párpados, porque aquel breve punto que se
tardaban en alzarlos, no se privasen de la gloria que en mirar la hermosura de
la ninfa gozaban; y aun quisieran todos que todos sus cinco sentidos se
convirtieran en el del oír solamente: con tal estrañeza, con tal dulzura, con
tanta suavidad tocaba la arpa la bella musa; la cual, después de haber tañido
un poco, con la más sonora voz que imaginarse puede, en semejantes versos dio
principio:
CANTO DE CALÍOPE
Al dulce son de mi templada lira,
prestad,
pastores, el oído atento:
oiréis
cómo en mi voz y en él respira
de
mis hermanas el sagrado aliento.
Veréis
cómo os suspende, y os admira,
y
colma vuestras almas de contento,
cuando
os dé relación, aquí en el suelo,
de
los ingenios que ya son del cielo.
Pienso cantar de aquellos solamente
a
quien la Parca el hilo aún no ha cortado,
de
aquéllos que son dignos justamente
d'en
tal lugar tenerle señalado,
donde,
a pesar del tiempo diligente,
por
el laudable oficio acostumbrado
vuestro,
vivan mil siglos sus renombres,
sus
claras obras, sus famosos nombres.
Y el que con justo título meresce
gozar
de alta y honrosa preeminencia,
un
don ALONSO es, en quien floresce
del
sacro Apolo la divina sciencia;
y
en quien con alta lumbre resplandece
de
Marte el brío y sin igual potencia,
DE
LEIVA tiene el sobrenombre ilustre,
que
a Italia ha dado, y aun a España, lustre.
Otro del mesmo nombre, que de Arauco
cantó
las guerras y el valor de España,
el
cual los reinos donde habita Glauco
pasó
y sintió la embravescida saña.
No
fue su voz, no fue su acento rauco,
que
uno y otro fue de gracia estraña,
y
tal, que ERCIL[L]A, en este hermoso asiento
meresce
eterno y sacro monumento.
Del famoso don JUAN DE SILVA os digo
que
toda gloria y todo honor meresce,
así
por serle Febo tan amigo,
como
por el valor que en él floresce.
Serán
desto sus obras buen testigo,
en
las cuales su ingenio resplandece
con
claridad que al ignorante alumbra
y
al sabio agudo a veces le deslumbra ……
……………………....................
MIGUEL DE CERVANTES
No hay comentarios:
Publicar un comentario