jueves, 4 de abril de 2013

La Civilización Cretense





Palacio de Cnosos



Hoy viajamos hasta la Edad de Bronce, nos situamos en el Heládico Medio - Reciente (2000-1400 a. C.) para dar una ojeada a la Civilización Cretense o Minoica.

Hasta  el año 2000 nos encontramos con una serie de civilizaciones asentadas en los márgenes del Egeo que presentan una evolución paralela en todas ellas. Pero entorno al 1900 Creta evoluciona de forma notoria en base a dos factores, uno de tipo geográfico y otro bélico. Debemos destacar que esta isla  ocupa una situación privilegiada dentro del Mediterráneo Oriental puesto que se encuentra al sur cerrando todas las islas del Egeo y en un punto equidistante de Grecia, de Fenicia y de Egipto, por lo tanto está situada en un  lugar que le permite establecer contacto con los Imperios Orientales mucho más evolucionados que la Hélade. Dichos contactos influirán en diferentes aspectos incluyendo la forma de crear un gobierno autocrático, absoluto, similar al de los Imperios Orientales.
La segunda razón que explica el auge de esta Civilización Minoica es la favorable circunstancia de la que gozó al estar libre de la invasión indoeuropea que afectó al resto de las islas y del continente griego.

Sobre el origen de los habitantes de Creta parece ser procedían de Asia Menor y podríamos situar su llegada a la isla entorno al sexto milenio, es decir, que en el Paleolítico ya estarían establecidos allí.

Para conocer el arte cretense debemos beber en tres fuentes esenciales, las arqueológicas, las escritas y las mitológicas. En este punto debemos reconocer como imprescindibles las excavaciones iniciadas por  Schliemann y continuadas por Evans a quien debiéramos postular como el verdadero “descubridor” de la isla de Creta. A partir de los hallazgos de estas excavaciones Evans estableció la presencia de dos grandes civilizaciones palaciales que se suceden, la primera comprendería entre el año 1900-1700, y la segunda entre el 1700-1400.




Respecto a las fuentes escritas se encontraron en las mencionadas excavaciones unas tablillas de barro con inscripciones alusivas a los contenidos almacenados en determinadas partes del palacio. Lamentablemente parte de las escrituras aun siguen sin ser descifradas. Las más antiguas eran de tipo pictográfico, luego y coincidiendo con la primera organización palacial existió una escritura jeroglífica y ya en el último periodo (1600-1400) encontramos dos tipos de escritura que Evans denomina Lineal A y Lineal B, la primera aun sin descifrar parece que se correspondía con la lengua propiamente minoica, es decir la del pueblo que se estableció en Creta en el periodo Neolítico. En cuanto al segundo tipo de escritura, el Lineral B lo situamos tanto en la isla como en el Peloponeso es por tanto una escritura ligada a una lengua indoeuropea relacionada con la micénica o el “primer griego”.
El tipo de escritura Lineal B fue descifrada a mediados del siglo XX por Ventris y nos ha abierto el camino a la interpretación tanto de las creaciones artísticas de los cretenses como las que estos legaron a los micénicos.



Características generales.

Sin duda debemos comenzar destacando el carácter aristocrático de su cultura que se corresponde con una sociedad refinada, amante del lujo, culta y aristocrática que es la única que aparece representada en su arte si bien dentro de los privilegiados habitantes de la Corte no distingue una jerarquía entre ellos, hecho que diferencia el arte cretense del egipcio y el mesopotámico (recordemos que en estos se reflejaba la jerarquización social a través del tamaño de las figuras). Esta disparidad se debe al hecho de que Creta no otorgaba carácter sobrehumano a sus gobernantes rasgo que sí acompañaba a los Imperios Orientales donde el faraón era hijo de una divinidad.

En general la sociedad cretense estaba bastante más evolucionada que la mesopotámica o la egipcia en buena medida debido al carácter abierto de su forma de vida que no se limitaba al cultivo de la tierra sino a un continuo desplazamiento por todo el Mediterráneo puesto que la principal actividad del pueblo cretense era el comercio. Evidentemente el mar tiene gran importancia para los habitantes de la isla puesto que es un medio de vida que les posibilita entre otras cosas el efectuar rápidos desplazamientos comerciales.



Creta es una isla que no tiene gran extensión superficial, que posee un poder central que garantiza su seguridad interna limitando el potencial peligro a una procedencia del exterior. El medio de defensa de los cretenses reside en su flota hecho que influirá en su arquitectura y la notoria ausencia de murallas (las ciudades cretenses no están fortificadas).

Ese mar tan importante para los cretenses marca también su huella en el concepto tan dinámico de su estética que multiplica en todas las representaciones ya sea de pintura mural, orfebrería e incluso escultura. Acentúa las líneas sinuosas, ondulantes, las espirales, es decir, trazos sin principio ni fin que evocan el activo movimiento del mar.
Las ciudades cretenses tienen como centro el palacio y alrededor de este sin ningún plan preestablecido la ciudad va aumentando según lo exige el crecimiento de la población. Estas ciudades-palacio son los centros culturales por excelencia de la Civilización Minoica; destacan los de Cnosos, Festos, Malia y Hagia Triada.


Palacio de Festos

Durante bastante tiempo se ha pensado que esta civilización era de tipo matriarcal apoyando esta tesis en la existencia de un culto a una diosa madre, diosa de la fecundidad. Sin embargo el hecho de que el gobernante fuese siempre un hombre bajo cuyo mando estaban todos los poderes de la isla nos hacen sostener la opción contraria. De hecho frente al culto a la fecundidad y el universo femenino (clara herencia neolítica) existe un culto relativo a las fuerzas masculinas representado por la figura del toro y el sol.

También característica de la cultura cretense es su carácter orientalizante que se desprende del sensualismo de sus gustos, en general de todo su arte, donde destaca un colorido muy vivo, muy intenso, con una marcada tendencia a lo monumental. Pero en este punto me parece importante destacar que frente al carácter ritual frío y distante de las figuras del arte oriental, el cretense aporta un elemento fundamental que le distingue y que dejará en herencia al arte griego en general y más concretamente al jónico, me refiero a su naturalismo.



Arquitectura.


Palacio de Cnosos

Uno de los rasgos distintivos de la arquitectura cretense reside en que está dedicada al monarca y su corte. Otra peculiaridad es la ausencia de restos de templos lo que parece indicar que la religión en la isla desempeñaba un papel secundario, de mucha menor importancia que el ejercido en Egipto o Mesopotamia y de ello deducimos también que los lugares de culto debían encontrarse en bosques, cavernas naturales e incluso dentro del propio palacio. Lo cual no quiere decir que esta arquitectura palacial esté exenta de un elemento mitológico-religioso. De hecho hablamos de Creta y de inmediato acude a nuestra mente el mito del Minotauro tan estrechamente ligado por otra parte a la planta de los palacios tanto el de Cnosos, como el de Festos y el de Malia que denotan una misma planta laberíntica, anárquica, desordenada, producto de diferentes factores uno es que no hay ningún tipo de unificación de cara al exterior, no existe un trazado rectilíneo continuo todos son movimientos de volúmenes fruto de lo que en arquitectura se denomina “composición aglutinante” que consiste en ir aumentado el plano del palacio según lo requieran las necesidades sin respetar un plan de orden, de integración de cara a conseguir una unidad exterior. A este sistema aglutinante y en función de las necesidades lo denominamos “arquitectura orgánica” que a su vez está muy relacionado con el punto anteriormente mencionado de la ausencia de murallas gracias a la flota marítima de Creta.

Destaca también como rasgo propio el gran dinamismo que presenta tanto en planta como en alzado. Este último logrado a través de las enormes escalinatas que conforman los pisos.


Planta.



En el plano de Cnosos vemos que no existen dependencias de gran amplitud, únicamente apreciamos un espacio rectangular que está descubierto y que constituye un gran patio con una escalinata en uno de los lados cortos que se supone era el lugar donde se colocaba la corte para presenciar los actos que se celebraban en el patio. Lugar este último en el que tenía lugar la “taurocatarsis” o salto por encima del toro, acto de marcado carácter deportivo-religioso.




En torno al patio se distribuyen el resto de las dependencias que presentan siempre un espacio limitado ya sea por medio de muros o por columnas que se multiplican de forma exagerada en esta arquitectura para soportar las cubiertas (aun sin necesitar tantas como soporte). Esta interrupción del palacio da lugar a pasillos complicados, estrechos, con muchos apodamientos en ángulos rectos que complican exageradamente la planta. Únicamente la zona de los almacenes de palacio tiene una cierta organización.




En cuanto a materiales se utiliza la madera para columnas y vigas y la piedra para el resto de la construcción. En lo relativo a la piedra los aparejos serán de distintas formas utilizándose sillares bien tallados para las partes esenciales del edificio (basamentos, dinteles, esquinas…); también se utilizan grandes losas planas de piedra para las cubiertas en terraza y para los pavimentos. Luego ya observamos unas piedras más pequeñas e irregulares que unidas a una argamasa constituyen el resto de los muros, por lo tanto estos son de una mampostería muy pobre y de feo aspecto lo que les llevó a adornarlos y de ahí surge la pintura mural tanto en exteriores como en interiores. Esta es una de las características que diferencia la arquitectura minoica de la griega posterior, su “enmascaramiento” u ocultación del material pobre por medio de la pintura mural.
Otro rasgo que las diferencia es la ausencia de unificación exterior y de portadas monumentales. Los propileos, sistema de portada con doble pórtico uno al exterior y otro al interior, tienen su origen en Micenas pero no existen aun en Creta; lógicamente en las isla al no existir fachadas no eran necesarios los portales monumentales.

La escasa superposición de niveles en alzado nos evidencia una clara preferencia por el desarrollo horizontal, en parte por la ya mencionada ausencia de murallas y en parte por los frecuentes terremotos que asolaban la isla. Ahora bien debemos destacar que la edificación cretense se adapta a los desniveles del terreno, no lo allana.




La arquitectura de la isla es adintelada, de espacio externo, si bien en sus construcciones siempre se juega con la alternancia para lograr efectos sorpresivos. Al lado de las dependencias cerradas existen gran cantidad de pórticos que son los que hacen penetrar la luz a las dependencias cerradas, hecho que constatamos al fijar la escasez de ventanas y las que hay siempre de forma cuadrada o rectangular.




En cuanto a la columna (de sección circular) encontramos a su lado el  pilar (de figura cuadrada) además de un fuste monolítico o formado por tambores (piezas cilíndricas superpuestas). La utilización de columnas y pilares alternándose parece venir influenciada en parte por las salas hipóstilas de la arquitectura egipcia (salas con multiplicación de columnas) y en parte tiene cierta significación religiosa; en Creta no existía una representación figurada de los dioses tan solo se sugiere la divinidad a través de una representación simbólica. Los símbolos utilizados son la columna y las dobles achas puesto que aparecieron unidos en la única pintura religiosa que nos ha llegado, la situada en el sarcófago de Hagia Triada. El arquitecto cretense desea sentir la divinidad multiplicada en todas las dependencias para que esté presente en la vida de palacio.
La columna está formada por un fuste más estrecho en la parte inferior que en la posterior: es un fuste troncocónico. Carece de basa. Sobre el fuste aparece una moldura toral convexa de gran grosor acompañada de otras molduras pequeñas. Esta formulación de capitel ha llevado a muchos estudiosos a considerar la columna cretense como un precedente de la columna dórica posterior.

En los palacios minoicos existen pocas dependencias comunes, a excepción del patio anteriormente mencionado y del salón del trono que en el palacio de Cnosos es una amplia sala que está recorrida por un banco adosado a la pared con el trono del monarca (“Trono de Minos”) destacado, individualizado y construido en piedra. En torno a este trono aparecen representados dos grifos (el grifo es un ser fantástico de origen oriental formado por un cuerpo cuadrúpedo con cola de felino y cabeza de pájaro) que se disponen al trono marcando una simetría bilateral que permite superponer dos elementos simétricos doblándolos a partir de un eje perpendicular. Esta disposición geométrica es muy característica de las artes orientales.




Otra de las dependencias que se repiten en todos los palacios son las habitaciones del gineceo y los almacenes. Estos últimos tienen forma de pasillos alargados, rectangulares que guardaban las “pithoi” o enormes vasijas de barro, recipientes de gran envergadura en donde almacenaban los alimentos.






Ornamentación: La decoración pictórica es siempre de tipo monumental, inspirada en las primitivas estructuras de madera de los primeros palacios cretenses. Las vigas se pintan de color amarillo imitando las iniciales de madera. Al lado de la decoración ornamental surgen repertorios inspirados en la naturaleza que aluden a animales, a paisajes (entendidos de forma muy sintetizada a partir de la realidad) cuya función parece ser la de integrar los espacios internos cerrados dentro del espacio exterior circundante creando entre ellos una sensación de continuidad.

Sin duda la línea y ángulo recto tan del gusto de los arquitectos cretenses contrasta con la forma de entender la pintura y escultura donde se prefiere lo sinuoso, ondulante, dinámico, como veremos a continuación.



Pintura.




Está unida al muro, es monumental y realizada mediante la técnica del fresco que consiste en alisar la superficie que se va a pintar mediante una argamasa sobre la que se aplica una capa de estuco (mezcla de cal, polvo de mármol o yeso) de forma que la superficie quede exenta de porosidad. Lo que requiere esta técnica es pintar cuando el estuco está húmedo, fresco, porque el color se disuelve solamente en agua sin ningún aglutinante, de este modo penetra con mayor facilidad y al fraguar la cal se convierte en carbonato cálcico quedando el color totalmente ligado al estuco sin posibilidad de que se desprenda de la pared.

Por los restos conservados parece que la pintura en los primeros palacios era un complemento de la arquitectura. En ellos decoraba tanto las paredes como el pavimento y era toda de tipo geométrico-ornamental (espirantes, motivos circulares, meandros…).

El colorido de la pintura cretense es muy vivo, intenso, busca una fuerte impresión sensorial. Los colores son casi todos de origen local y mineral, abundando los tierra (desde amarillentos hasta rojizos), los verdes, el blanco y el azul que es el único que se obtiene mediante un proceso de elaboración complicado que los cretenses aprendieron de los egipcios.

En Creta como en Egipto se mantiene la distinción del sexo mediante el color, en general los hombres tendrán un colorido oscuro generalmente ocre-rojizo y las mujeres un ocre-blanquecino, por lo tanto hay un claro convencionalismo que denota también la forma de plasmar la figura humana sacrificando su anatomía real en aras de lograr un mayor movimiento.

En cuanto a la temática es variada si bien podemos distinguir tres tipos de forma clara:
  •        Representaciones de la naturaleza (animales, plantas)
  •        Figuras humanas representadas generalmente en escenas de la corte.
  •        Representaciones religiosas (muy escasas, como ya mencionamos)


La pintura cretense se diferencia de otras en el carácter naturalista de las representaciones, en su temática y dinamismo. De hecho en Creta cuando nos encontramos figuras humanas se renuncia a la solemnidad representativa que por ejemplo existía en Egipto. Aquí las figuras más importantes se representaban rígidas, frías, distantes, sin indicio de vida ni movimiento, eran figuras totalmente hieráticas, en cambio en Creta las figuras son vivas, en movimiento, acorde con el carácter naturalista ya mencionado.
El dinamismo en las figuras se consigue tanto por la superposición del movimiento de las piernas y brazos como por los perfiles de sus contornos ondulantes. El pintor cretense se distingue además del griego por su preocupación en plasmar un estudio anatómico de las representaciones.

Antes mencionaba el convencionalismo en el color y en la forma de mostrar las figuras humanas, bien pues también lo encontramos en la ausencia de volumen ya que las figuras son planas pintadas de manera uniforme en toda la superficie. Estando también sometidas a la ley de la frontalidad, es decir que se muestran al espectador con el torso totalmente de frente de manera que puede ser dividido en dos partes simétricas.

Convencionalismo que apreciamos de igual manera en el tratamiento del espacio. Es un espacio plano, bidimensional, no tiene profundidad.





La pintura refleja la vida cotidiana en palacio. Son muy numerosas las representaciones femeninas. Las mujeres presentan siempre unos rasgos muy parecidos . Se trata de una mujer de grandes ojos almendrados, cabello largo trabajado en rizos y tirabuzones. Son mujeres ricamente vestidas y enjoyadas ya que representan las capas altas de la sociedad. Suelen llevar un traje típico de la mujer cretense que consiste en una falda acampanada con volantes, ceñida a la cintura y a las caderas y un corpiño que deja el pecho al descubierto, hecho este que quizás pudiéramos relacionar con el culto a la fecundidad que ya mencionamos existía en Creta. 
Estilísticamente las figuras son convencionales, planas sin volumetría, con aplicación uniforme del color. Como ya comenté diferencian según el color utilizado a mujeres y hombres; el torso aparece frontal y la cabeza de perfil de manera que el pintor elude el problema de tridimensionalidad y además representa las partes del cuerpo más significativas. En el fresco de las Mujeres de azul destaca la posición de las manos y de los brazos que da una clara vitalidad al conjunto de la escena.





Al lado de las representaciones femeninas son muy frecuentes las masculinas. El tipo de hombre cretense representa una cintura estrecha, unas piernas bastante musculosas, caderas más anchas por lo que se le conoce con el  nombre de “figura de avispa”  El torso es curvado, ondulante, se trata de romper la frontalidad, ya no existe total simetría. La disposición proporcional de las figuras quizás esté inspirada en el arte egipcio (las figuras se repiten unas tras otras, en orden, a lo que se le llama simetría traslatoria). Cuando las cabezas están a la misma altura se suele decir que existe isocefalia. El cabello de los hombres es largo. El traje es un faldellín corto. Los hombres presentan un color rojizo totalmente plano, sin volumetría. El fondo es dimensional con superposición de bandas de diferente color, una rojiza en la parte inferior y blanquecina en la superior. 




Quizás la figura más importante es la del “Rey sacerdote” o “Príncipe de los Lirios” es un tipo joven con el talle de avispa muy pronunciado, de largos cabellos. Un tipo humano que podemos considerar precedente de los Kuroi del arte griego posterior. Se le representa en este fresco paseando por un jardín de lirios. Da idea del carácter libre, abierto, amante de la naturaleza que poseían los cretenses. Destaca la posición de los brazos lanzados al espacio, las piernas separadas, cabellos y figura ondulante, lo que marca el movimiento de la figura. Las flores de lis están tomadas del arte egipcio.




Escultura.





La escultura en Creta no tiene excesiva relevancia porque no existe una gran escultura  en comparación con la arquitectura. Nos han llegado pequeñas piezas que se caracterizan por el carácter dinámico de las representaciones (boxeadores, acróbatas, figuras en movimiento…) Se trata de figuras modeladas en barro, trabajadas de forma esquemática aunque dan una idea de vitalidad como en la pintura. Quizás las obras más cuidadas en cuanto a materiales y técnica sean estas diosas de las serpientes que por estar relacionadas con el culto a  una divinidad están sometidas a unas normas de ejecución que les restan dinamismo e imponen cierto hieratismo y una rígida frontalidad que no encontramos en las restantes representaciones. A pesar de su nombre es la representación no de una diosa sino de una sacerdotisa del culto a la diosa madre, a esa diosa subterránea, a la tierra y a la fecundidad, y a eso aluden las serpientes que lleva en las manos y enrolladlas en torno a la cintura y al pequeño delantal.

Fuego y sol: símbolo de la fuerza masculina
Serpiente y agua: símbolo de la fuerza femenina.

El tipo humano femenino en estas esculturas es el ya mencionado, figura de avispa, senos desarrollados al descubierto… ahora bien la cabeza es orientalizante y hay que relacionarla con el arte mesopotámico. No se trata de rostros tranquilos sino que aparece un rostro tremendamente expresionista (ojos desorbitados con una forma exageradamente almendrada, grandísimas pupilas, parece que la figura se halla en una especie de “alucinación”). El gorro que llevan estas figuras en la cabeza tiene una influencia oriental y en concreto el de la imagen   que adjunto con su remate de pájaro era el que distinguía a la diosa Astarté de Mesopotamia. 
Son figuras de pequeño tamaño a veces realizadas en arcilla siguiendo la técnica del modelado y posteriormente policromadas. Puede suceder que estas figuras estén realizadas en marfil combinándolo con oro, lo que se conoce como técnica crisoelefantina y que los griegos utilizarán en  algunas de sus grandes obras.




Museo Arqueológico de Heraklion (Creta):






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