viernes, 23 de noviembre de 2012

Literatura del Siglo de Oro: Los sonetos satíricos entre Góngora y Lope


















Son Luis de Góngora y Félix Lope de Vega dos de los más ilustres representantes del esplendoroso barroco de nuesto Siglo de Oro.

Sobre el primero escribía con gran criterio el recordado profesor Juan Manuel Rozas, especialista en el estudio del Siglo de Oro: "Su poesía tiene la inteligencia, la agudeza, la fuerza, la precisión y el desdén de una perfecta máquina, de un perfecto reloj, de una maquinaria de relojería. Entendida de una vez, disipadas de una vez las dificultades de la complejidad de esa maquinaria, el lector la contempla con la máxima sencillez. Todo es luz, todo claridad, todo perfección. Tanto que, como ante la máquina, empezamos a distanciarnos de él sin querer, porque muchas veces la gran aventura estética de Góngora es aventura intelectual más que emocional".



De Lope siempre se ha destacado el carácter popular de su poesía si bien en el análisis de la misma deberíamos tener en cuenta otros aspectos como bien apuntó el ya mencionado y reconocido hispanista Juan Manuel Rozas en su estudio sobre el poeta madrileño, bien apodado el Fénix de los Ingenios: "La etiqueta de Lope poeta popular es muy incompleta. Lope propugnó una poesía que uniese el concepto (que le parecía muy español, siguiendo los poemas del Cancionero general y sus parientes) al ornato italiano, de nuevas estrofas, y ritmos, de un nuevo léxico. Equilibrio entre ambas fuerzas es lo que Lope buscó. Esto es muy barroco, un equilibrio, inestable, entre lo medieval y el renacimiento".
  

Esa forma de entender la poesía fue precisamente lo que originó en buena medida el enfrentamiento entre estos dos grandes poetas como así lo escribió J. M. Rozas: "Por esa forma de entender la poesía luchó Lope contra Góngora (aparte de razones personales y vanidades), aun admirándole, porque este desequilibraba, y más aún su escuela, la ecuación soñada de concepto más ornato".



Como muestra de esa lucha mutua nos dejaron los siguientes sonetos intensos, irónicos, satíricos, sin duda rebosantes de genio e ingenio.




   De Góngora a Lope

Góngora ridiculiza a Lope en un soneto que para más mofa escribe en parte en una especie de castellano-portugués:

A la Jerusalem conquistada que compuso Lope de Vega

Vimo, señora Lopa, su Epopeya
e por Diosa, aunque sá mucho legante
que no hay negra poeta que pante
e si se panta no sá negra ella.

Corpo de San Tomé con tanta Reya
¿No hubo (cagayera fusse o fante)
morenica gelofa, que en Levante
as Musas obrigasse aun e peeya?

¿Turu fu Garcerán? ¿Turo fu Osorio?
Mentira branca certa prima mia
do Rey de Congo canta don Gregorio,

la hecha si, vos tuvo argentería
la negrita será turo abalorio
corvo na pruma, cisne na armonía.



A cierto señor que le envió la Dragontea de Lope

Señor, aquel Dragón de inglés veneno,
criado entre las flores de la Vega
más fértil que el dorado Tajo riega,
vino a mis manos: púselo en mi seno.

Para rüido de tan grande trueno
es relámpago chico: no me ciega.
Soberbias velas alza: mal navega.
Potro es gallardo, pero va sin freno.

La musa castellana, bien la emplea
en tiernos, dulces, músicos papeles,
como en pañales niña que gorjea.

¡Oh planeta gentil, del mundo Apeles,
rompe mis ocios, porque el mundo vea
que el Betis sabe usar de tus pinceles!



A la Arcadia  de Lope

Por tu vida, Lopillo, que me borres
las diez y nueve torres del escudo,
porque, aunque todas son de viento, dudo
que tengas viento para tantas torres.

¡Válgante los de Arcadia! ¿No te corres
armar de un pavés noble a un pastor rudo?
¡Oh tronco de Micol, Nabal barbudo!
¡Oh brazos Leganeses y Vinorres!

No le dejéis en el blasón almena.
Vuelva a su oficio, y al rocín alado
en el teatro sáquele los reznos.

No fabrique más torres sobre arena,
si no es que ya, segunda vez casado,
nos quiere hacer torres los torreznos.



A los seguidores de Lope

Patos de la aguachirle castellana,
que de su rudo origen fácil riega,
y tal vez dulce inunda nuestra Vega,
con razón Vega por lo siempre llana,

pisad graznando la corriente cana
del antiguo idïoma, y, turba lega,
las ondas acusad, cuantas os niega
ático estilo, erudición romana.

Los cisnes venerad cultos, no aquellos
que escuchan su canoro fin los ríos;
aquellos sí, que de su docta espuma

vistió Aganipe. ¿Huís? ¿No queréis vellos,
palustres aves? Vuestra vulgar pluma
no borre, no, más charcos. ¡Zabullíos!




  De Lope a Góngora

Conjúrote, demonio  culterano,
que salgas deste mozo miserable,
que apenas sabe hablar (¡caso notable!)
y ya presume de Anfión tebano.

Por la lira de Apolo soberano
te conjuro,  cultero inexorable,
que les des libertad, para que hable
en su nativo idioma castellano.

— ¿Por qué me torques bárbara tan mente?
¿Qué cultiborra o  brindalín tabaco
caractiquizan toda intonsa frente?

— Habla cristiano, perro. — Soy polaco.
— Tenelde, que se va. — No me ates, tente.
Suéltame. — ¡Aquí de Apolo! — ¡Aquí de Baco!



Insiste Lope en su ataque:

Pululando de culto, Claudio amigo,
minotaurista soy desde mañana;
derelinquo la frasi castellana,
vayan las Solitúdines conmigo.

Por precursora, desde hoy más me obligo
al aurora llamar Bautista o Juana,
chamelote la mar, la ronca rana
mosca del agua, y sarna de oro al trigo.

Mal afecto de mí, con tedio y murrio,
cáligas diré ya, que no griguiescos
como en el tiempo del pastor Bandurrio.

Estos versos, ¿son turcos o tudescos?
Tú, Letor Garibay, si eres bamburrio,
apláudelos, que son cultidiablescos.



Cortando la pluma hablan los dos

 — Pluma, las musas, de mi genio autoras,
versos me piden hoy. ¡Alto, a escribillos!
— Yo sólo escribiré, señor Burguillos,
«estas que me dictó rimas sonoras».

— ¿A Góngora me acota a tales horas?
Arrojaré tijeras y cuchillos,
pues en queriendo hacer versos sencillos
arrímense dos musas cantimploras.

— Dejemos la campaña, el monte, el valle
y alabemos señores. — No le entiendo.
— ¿Morir quiere de hambre? — Escriba y calle.

— A mi ganso me vuelvo en prosiguiendo,
que es desdicha, después de no premialle,
nacer volando y acabar mintiendo.



Soneto de Lope Contra los que predican culto

¡Oh palabra de Dios, cuánta ventaja
hicieron con sus puras elocuencias
Herreras, Delgadillos y Florencias
a la cultura que tu nombre ultraja!

Ya no eres fuego que del cielo baja,
mas hielo a nuestras almas y conciencias,
después que metafóricas violencias
te venden como nieve envuelta en paja.

¿Quién dijera que Góngora y Elías
al púlpito subieran como hermanos
y predicaran bárbaras poesías?

¡Dejad, oh padres, los conceptos vanos!
que Dios no ha menester filaterías,
sino celo en la voz, fuego en las manos.