Autor: Velázquez,
Diego Rodríguez de Silva y
Título: La fragua de Vulcano
Cronología:
1630
Técnica:
Óleo
Soporte: Lienzo
Escuela:
Española
Tema:
Mitología
Nuevamente nos acercamos a la obra de Velázquez. Hoy Navegando detiene su mirada en el lienzo conocido como La
fragua de Vulcano.
A menudo comprobamos que las diferentes formas
artísticas y culturales que tratamos aquí (literatura, pintura, arquitectura,
escultura…) eligen la mitología como una
fuente inagotable, llena de posibilidades a la que se puede acudir para
reflejar cualquier sentimiento o ideal creativo.
También Velázquez mantiene una estrecha relación con la mitología pero en él
destaca su capacidad de expresar libremente el mito, de mostrar sus propios
sentimientos y trasladarlos al lienzo. Es un gran artista que recoge la
tradición clásica de Occidente, a la que pertenece, siendo además consciente de
que ocupará un lugar propio en la Historia y que su obra no sólo será analizada
y admirada por sus contemporáneos sino también por todos los que vendríamos
después.
En cuanto a la disposición del tema mitológico en su creación artística no debemos
olvidar que nuestro pintor estuvo al
servicio de Felipe IV y que en ese ambiente
cultural cortesano el lenguaje de la
pintura mitológica era conocido y muy
apreciado.
Centrémonos ahora en La fragua de Vulcano. ¿En qué momento de la vida de Velázquez la
situamos? Debemos trasladarnos al verano
de 1629 donde un joven y extraordinario
pintor decide emprender viaje al lugar que
le permitiría entrar en contacto directo con las fuentes, Italia. Será su
primer viaje, y le llevará a Génova,
Milán, Venecia, Ferrara, Cento finalizando en Roma donde nuestro pintor permanece casi
un año. Allí será trascendental la relación que establece con las obras tanto
de artistas antiguos como de los que en ese momento trabajaban ya en Roma, Guido Reni, Guernico, Pietro da Cortona, Nicolás Poussin… con formas expresivas
y temáticas muy diferentes. Sin embargo Velázquez no sigue ninguna de esas diferentes
interpretaciones artísticas sino que consigue
transmitir a su lienzo su propio lenguaje creativo, logra que su obra sea
original. En la ciudad del Tíber realiza Velázquez La fragua, que supone una clara ruptura respecto a obras
anteriores.
Destaca en ella el tratamiento de los desnudos que
recuerda claramente la estatuaria grecorromana. Apreciamos una disposición
corporal y gestual muy diferente en cada personaje del cuadro pero no por ello
pierde fuerza la historia, más bien al contrario, ninguno es ajeno a lo que está
sucediendo. La forma en que Velázquez sitúa los personajes en el espacio hace
que la composición refleje una narración compacta, unitaria.
También se aprecia una mayor libertad de pincelada y
observamos que es el color y no el dibujo quien construye las formas. Por primera vez
aparece una capa de preparación realizada con blanco de plomo que aporta
claridad y luminosidad a la composición.
¿Qué trasfondo mitológico encontramos en La fragua? Como bien leemos en la inscripción
del Museo del Prado: El dios Apolo, coronado de laurel y vestido con túnica anaranjada,
entra en la fragua de Vulcano para avisarle del
adulterio de su esposa Venus, diosa de la belleza,
con Marte, dios de la guerra.
Apolo, dios de la poesía y de la música, conocedor de la verdad representa la superioridad de las Artes frente a la Artesanía, representada en Vulcano, dios romano del fuego y protector de los herreros. Esta obra, ideada totalmente por Velázquez sin mediación de encargo alguno, encierra una alabanza a su profesión de artista elevando la pintura al nivel de la poesía y la música, y distanciándola de la práctica artesana.
Apolo, dios de la poesía y de la música, conocedor de la verdad representa la superioridad de las Artes frente a la Artesanía, representada en Vulcano, dios romano del fuego y protector de los herreros. Esta obra, ideada totalmente por Velázquez sin mediación de encargo alguno, encierra una alabanza a su profesión de artista elevando la pintura al nivel de la poesía y la música, y distanciándola de la práctica artesana.
Este lienzo fue adquirido por Felipe IV en 1634,
citándose en el inventario de 1701 del Palacio del Buen Retiro, y en los inventarios
de 1772 y 1794 del Palacio Real de Madrid. Ingresó en 1819 en el Museo del
Prado.