domingo, 10 de junio de 2012

EL RESCATE ESPAÑOL



Cuéntame un cuento



-          -  ¡Cuéntame un cuento, mamá!
-         -    Claro, hijo.  ¿Qué cuento quieres oír hoy?
-         -    Aquel, el del rescate griego…No, no, mejor el del rescate español.


“Esta historia sucede en una tierra extensa y variada, colmada de larga tradición, por cuyos pueblos deambulaban Quijotes olvidados que solo deseaban un futuro mejor.
Pero sobre esa tierra de grandes palabras un día el infortunio se extendió, Tebas recordada, que a todos poco a poco el alma les robó trazando un ancho círculo de miseria y desesperación.
Ningún Edipo resolvía el enigma en cuestión que si gastáis mucho, que si la burbuja inmobiliaria… ¡qué sé yo! Hasta que llegó un día en el que alguien gritó: “todo esto tiene un nombre y un claro conspirador… aquel al que solo mueve la usura y la especulación”
Una mano malvada presionaba a todo el pueblo sin ningún tipo de pudor, ahogando sus recursos en una bolsa que llamaban de Valor. Mientras en sus calles gentes con manchas de carbón, camisetas verdes y batas blancas como el algodón, intentaban levantar su voz para exigir una solución, que no todo debía cargarse sobre la espalda del indefenso español sino que también se hiciese cargo el culpable maquinador que les llevó a semejante situación.  
Y por fin… ¡el rescate apareció!  Una decía “dulce rescate”, otros “esa es la solución”, e incluso había quien se atrevía a pronunciar en alta voz “estamos salvados, esto es lo mejor”  Todos parecían contentos, llenos de satisfacción, hasta un señor que vivía en España aprovechándose de toda la nación pero que siempre andaba gritando “yo no soy español”.
Los culpables abrían los bolsillos sin pudor y los pobres españolitos, marionetas sin opinión, no se dieron cuenta de quién era el invasor. Pero pronto sufrieron la difícil situación en que estaban metidos por el usurero especulador.
Todas las cosas cambiaron y una nube negra a todos cubrió, del cielo en vez de lluvia gotas de sangre y dolor cayeron sobre los habitantes de aquella sufrida nación. Después de una larga agonía todo por fin terminó…"

-           -   Pero, dime, mamá ¿cómo acabó?
-         -  El final es triste porque ese pueblo sucumbió, pero al menos otros aprendieron la lección, como el poeta hacía años ya escribió pobres lobitos buenos a los que maltrataban los despiadados corderos.
-            - Y este cuento que cuentas ¿es verdadero o no?
-            -  Quién sabe, hijo, los cuentos,  cuentos son…


Perdona, amable lector, por escribir este cuento en la lengua heredada de Homero y de Cicerón, pero es que esta pobre ignorante reconoce con rubor que desconoce la jerga del nuevo Inquisidor.


Amelia G. Suárez


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