Cuéntame un cuento…
- - ¡Cuéntame un cuento, mamá!
- - Claro, hijo. ¿Qué cuento
quieres oír hoy?
- - Aquel, el del rescate griego…No,
no, mejor el del rescate español.
“Esta historia sucede en una tierra extensa y variada, colmada de larga
tradición, por cuyos pueblos deambulaban Quijotes olvidados que solo deseaban
un futuro mejor.
Pero sobre esa tierra de grandes palabras un día el infortunio se
extendió, Tebas recordada, que a todos poco a poco el alma les robó trazando un
ancho círculo de miseria y desesperación.
Ningún Edipo resolvía el enigma en cuestión que si gastáis mucho, que si
la burbuja inmobiliaria… ¡qué sé yo! Hasta
que llegó un día en el que alguien gritó: “todo esto tiene un nombre y un claro
conspirador… aquel al que solo mueve la usura y la especulación”
Una mano malvada presionaba a todo el pueblo sin ningún tipo de pudor,
ahogando sus recursos en una bolsa que llamaban de Valor. Mientras en sus calles gentes con manchas de carbón,
camisetas verdes y batas blancas como el algodón, intentaban levantar su voz
para exigir una solución, que no todo debía cargarse sobre la espalda del
indefenso español sino que también se hiciese cargo el culpable maquinador que les
llevó a semejante situación.
Y por fin… ¡el rescate apareció!
Una decía “dulce rescate”, otros “esa es la solución”, e incluso había
quien se atrevía a pronunciar en alta voz “estamos salvados, esto es lo mejor” Todos parecían contentos, llenos de satisfacción,
hasta un señor que vivía en España aprovechándose de toda la nación pero que
siempre andaba gritando “yo no soy español”.
Los culpables abrían los bolsillos sin pudor y los pobres españolitos,
marionetas sin opinión, no se dieron cuenta de quién era el invasor. Pero
pronto sufrieron la difícil situación en que estaban metidos por el usurero
especulador.
Todas las cosas cambiaron y una nube negra a todos cubrió, del cielo
en vez de lluvia gotas de sangre y dolor cayeron sobre los habitantes de
aquella sufrida nación. Después de una larga agonía todo por fin terminó…"
- - Pero, dime, mamá ¿cómo acabó?
- - El final es triste porque ese
pueblo sucumbió, pero al menos otros aprendieron la lección, como el poeta
hacía años ya escribió pobres lobitos
buenos a los que maltrataban los despiadados corderos.
- - Y este cuento que cuentas ¿es
verdadero o no?
- - Quién sabe, hijo, los cuentos, cuentos son…
Perdona, amable lector, por
escribir este cuento en la lengua heredada de Homero y de Cicerón, pero es que
esta pobre ignorante reconoce con rubor que desconoce la jerga del nuevo
Inquisidor.
Amelia G. Suárez
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