miércoles, 23 de abril de 2014

Día del Libro. Por tierras de Castilla con Miguel Delibes.




©Amelia G. Suárez   



Hoy tenemos doble celebración en estas tierras castellanas. Coincide el Día del Libro  con el de la Comunidad, reivindicación de las libertades de los Comuneros recordando la batalla de Villalar.  Al margen de aconteceres históricos el día será tranquilo. El plan, sencillo: Levantarse pronto, un buen desayuno (zumo, café y un delicioso pastel de Marina), leer la prensa, caminar por las riberas del Canal admirando su singular paisaje que te atrapa entre sus aguas, su vegetación, sus colores, esta naturaleza ajena al tiempo, sobria, infinita.

Por supuesto, no puede faltar un buen libro. Me acompañan las palabras de Miguel Delibes, ilustre vallisoletano y uno de los grandes clásicos de nuestra Literatura. Un escritor honesto, amante de la naturaleza, de la sencillez, un extraordinario defensor del ser humano. 

Escribía César Alonso de los Ríos en sus  Conversaciones con Miguel Delibes “Por la noche le gusta tener metidos los pies en las zapatillas y poder leer al calor de la mesa camilla, en su casa del Paseo de Zorrilla. Ama lo rutinario. Siempre duerme en el mismo hotel cuando viaja a una ciudad y, a ser posible, en la misma cama. Dice que en él la fidelidad no tiene ningún valor. Pero todo esto con angustia. Encajado en su ciudad, en su familia, entre sus amigos, en el periódico, es íntimamente un desplazado. El mundo que abarca es, en sentido horizontal, la ciudad media de provincias y ese mundo exótico que comienza donde terminan las carreteras nacionales. En sentido vertical, es la clase media y campesina. Describe el drama cotidiano de la ciudad de provincias y el mundo arqueológico de los medios rurales."

Afortunadamente Delibes, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1982, Premio Cervantes, Premio Nacional de las Letras Españolas y un sinfín de galardones más nos ha legado una extensa obra: novela, cuentos, libros de viajes, artículos periodísticos, obras de caza y pesca, etc.  

¿Quién no ha leído alguna vez El hereje (uno de mis preferidos) o también El camino, Las ratas, Cinco horas con Mario, La hoja roja, Los santos inocentes, La sombra del ciprés es alargada, Señora de rojo sobre fondo gris, Diario de un emigrante, Parada del naúfrago, El disputado voto del señor Cayo, entre otros? 

¡Feliz lectura!



©Amelia G. Suárez  







"partir de Burgos, a medida que se iban aproximando a Valladolid, el recibimiento de los pueblos era cada vez más hostil. Grandes hogueras, como anticipo de su suerte, humeaban al atardecer en las parcelas segadas aprovechando las morenas y la paja seca de los rastrojos. Los campesinos mostraban una animosidad despiadada, les insultaban, les arrojaban hortalizas y huevos. Cipriano, empero, cada vez que dejaba atrás un pueblo se reconciliaba con la situación, recreaba sus ojos en los extensos campos de trigo mecidos por la brisa, reconocía el camino recorrido en su fuga con Pispás, los pequeños accidentes del paisaje, la jugosa braña donde el primer día dio de beber al caballo. Era ya terreno familiar el que pisaba y, a la altura de Magaz, cuando se desató el furioso nublado de agua y granizo, apersogó a los caballos e hizo tender a todos en el barro para conjurar el riesgo de las exhalaciones."

(Miguel Delibes, El hereje)




jueves, 17 de abril de 2014

Ternura delicada sobre una piel de mar





Francois Fressinier, White Blossom































El mundo encierra la verdad de la vida,
aunque la sangre mienta melancólicamente
cuando como mar sereno en la tarde
siente arriba el batir de las águilas libres.
(Vicente Aleixandre)




HABÍA.
Una calle sin salida.
Una muralla infranqueable.
Un palacio en ruinas.
Cristales rotos.
Sombras que dan miedo.
Pies descalzos.
Veinte años sin café.


HAY.
Una puerta entreabierta,
Un mensaje en la pared.
Corazones simétricos.
Palabras, palabras, palabras.
¿Verdad? / ¡Mentira!
¿Mentira? / ¡Verdad!

Amanece. 


Gracias por la flor.








Ternura delicada sobre una piel de mar  
(Vicente Aleixandre, Toro)


jueves, 10 de abril de 2014

El recuerdo que nunca se apaga






Agnosco ueteris uestigia flammae

     (Virgilio, Eneida IV, 23)